Sunday, September 3, 2017

Transcripción completa
Me voy a Suiza, Adela.
Eso es lo único que puedo decirte. ¿Sabes lo que eso significa?
Claro que sé lo que significa,
que voy a estar muchísimo tiempo sin veros.
Por eso no te preocupes, encontraremos la manera
de estar en contacto, aunque tengamos que viajar nosotras.
Las demás opinarán lo mismo. No, las demás no pueden saber nada.
¿Cómo que no pueden saber nada? Cuanto menos sepan, mejor.
Así no van a tener que mentir cuando la interroguen.
No estamos atravesando un buen momento, pero aún así.
-Si era difícil conseguir nuevos clientes,
la detención de Salvador nos ha dado la puntilla.
-¿Se ha corrido la voz?
-El teléfono no ha parado de sonar en toda la mañana.
Algunos proveedores ya no quieren servirnos
y otros nos han retirado el crédito.
-¿Qué vamos a hacer ahora sin dinero ni materias primas?
-Esperaba que a usted se le ocurriera algo.
-Solo pienso en cómo sacar a Salvador de la cárcel.
-Igual puedo ayudarles. Luis, por favor.
No te engañé con Gabriel, ¿cómo te lo digo?
Tengo motivos para eso. Desconfías porque quieres
y yo he de aguantar que salgas de casa a horas intempestivas,
sin dar explicaciones. Me reuní con Guiñones.
¿Tanta prisa tenía por cancelar la gira?
Motivos no le faltan con lo que le hiciste esperar,
pero la gira americana sigue en pie.
¿En serio? En serio.
-¿Mi tío asesinó a Basilio? -Así me lo confesó Miguel.
Él presenció, de hecho, fue el encargado
de deshacerse del cuerpo por orden de don Ricardo.
-Es increíble. -Miguel está desesperado,
haría lo que fuera para que le rebajaran la condena.
No tiene nada que perder.
-¿Hablaría con el juez? -Si se le da un empujoncito.
-Eso no prueba su implicación en el tráfico de opio.
¿Le comentó si llevaba una libreta cuando le enterró?
-No me dio más detalles.
-¿Qué importancia tiene esa libreta?
-Basilio apuntaba en ella los movimiento.
-Sería la prueba para inculpar a mi tío.
-Quería un vestido con una tela espectacular.
-Ajá, ¿alguna fiesta a la vista?
-Una boda. -¿No será para la de Elisa?
-La misma. -Soy la dueña de la tienda
y no aceptaré encargos que tengan que ver con eso.
-Quería saber si me contrató por iniciativa propia
o porque se lo pidió Adela.
-Verá, tarde o temprano necesitábamos a alguien
en ese puesto y Diana me sugirió su nombre.
-¿Adela habló con Diana?
-Creo que sí.
Pero, francamente, no veo nada de malo
en recomendar a alguien, y más con su perfil.
Conoce bien el sector, es de confianza.
-Visto el resultado, cualquier lo diría.
Entrégale una nota a Gabriel.
Ah... Solo puedo confiar en ti.
Pues, no sé... ¡Raimundo, por favor!
Mi marido no me deja sola. Sería esta nota, ¿se la darás?
Es que, si las autoridades descubren que sé dónde está,
yo sería su cómplice. No te quiero causar problemas,
no te lo pediría si no fuera necesario, por favor.
Yo le ayudaría, pero... Por favor, te lo suplico.
Muchas gracias. Salimos en tres días.
Sé que es poco tiempo para preparar un viaje tan largo,
pero corremos el riesgo de que detengan a tu hermano.
Lamento que haya hecho todos los preparativos,
pero no vamos a ir a Suiza.
¿Qué? Eso no es posible, hijo.
-No estoy aquí para perder el tiempo.
¿Acepta el trato o no? -Está bien.
Le contaré todo.
-Basilio anotaba todos los movimientos del tráfico de opio
en una libreta, todo: Nombres, cantidades...
-¿Y la llevaba? -Yo me limité a enterrarlo,
no le registré. -Esa libreta es la prueba
que necesitamos para demostrar que don Ricardo era el cabecilla.
Miguel y Salvador eran peones que debían obedecer.
-Eso ya lo veremos. -Es la dirección de Guiñones,
el empresario que la contratará para su gira por América.
Ya le ha hablado de mí.
-¿Y eso por qué? ¿Qué tiene que ver contigo?
-Ese empresario va a contratarme para formar parte de la compañía.
Así es como voy a viajar a América.
-¿Así que es doña Francisca la que te ayuda a huir del país?
-No debe enterarse nadie, sobre todo mis padres.
Rodolfo, ¿estás seguro de lo que vamos a hacer?
¿A qué viene eso? No me digas que tienes dudas.
Entiende que para mí no es fácil, Rodolfo.
Tú te vas con toda tu familia.
No dejas a nadie atrás que sufra las consecuencias.
Blanca, en eso te equivocas, yo también dejo a gente aquí.
¿Ah, sí? ¿A quién? Cristóbal y Marina.
No van a venir con nosotros, han decidido quedarse.
Mira, sé que estás preocupada, pero todo va a salir bien.
Confía en mí. -Ricardo Silva,
queda detenido por el asesinato de Basilio.
-¡No pueden hacer eso! -Yo no he matado a nadie.
-Explique al juez por qué mintió. Encontramos el cuerpo de Basilio
y no murió ayer. -Eso no significa nada.
Alguien se pudo hacer pasar por él cuando me llamaron.
-Fue usted, tenemos un testigo dispuesto a declarar.
-Quieren perjudicarle. ¡Suéltenle, es inocente!
-No se meta, señorita.
El asesinato no es el único crimen del que se le acusa.
Basilio llevaba consigo un cuaderno donde apuntaba
todas las operaciones de tráfico de opio.
-Llama a mi abogado, explícale lo que ha pasado.
Que vaya a la jefatura. -Lléveselo.
-¡Por fin!
-Se acabó, soy libre.
-Gracias a Miguel, la Policía ha encontrado
el cadáver de Basilio. -¿Encontraron la libreta?
-Eso parece. -Y con esto queda demostrado
que, tanto Miguel como Salvador,
no eran más que simples peones en manos de don Ricardo.
Salvador está en libertad sin cargos a cambio de su testimonio
y solo tendrá que pagar una multa por su participación en los hechos.
Pero lo más importante de esto es que no irás a la cárcel.
-Ha venido un mozo y ha traído una carta para usted, doña Adela.
¿De Germán?
(LEE) Casarme contigo ha sido lo mejor que me pasó en la vida.
Me has hecho el hombre más feliz del mundo.
Una declaración de amor. ¡Qué bonito!
(LEE CARTA DE GERMÁN) "Adela, soy incapaz de mantener
a mi familia y no te mereces un hombre así a tu lado".
(LEE) Perdóname por lo que voy a hacer.
Sé que al principio sufrirás, pero espero que,
desapareciendo de tu vida, consigas ser feliz.
¡Ay, Dios santo!
¿Pero qué ha hecho don Germán?
(Sintonía)
-Ah...
-No has dormido en toda la noche, ¿verdad?
-Pues no, la verdad es que no. ¿Y tú?
-Bueno, tampoco.
Me despierto cada dos por tres. -Ay...
Es que tenemos demasiadas cosas en la cabeza
como para pegar ojo.
Ayer se nos olvidó llamar a Pepita Herminia,
pero no tiene teléfono, ¿verdad? -No que yo sepa.
-Luego me acerco a su casa.
-¿Crees que tu hermano ha ido a casa de Pepita Herminia?
-Pues a esconderse o a pedir... -¿El qué?
-Pues no sé, a pedir ayuda.
Ay, no sé, Enrique.
Cuando era pequeño tenía buena relación con esa mujer.
-Su marido recogía regaliz en el campo y lo regalaba.
Tu hermano lo ha explicado un millón de veces.
Ah, Antonia, necesitas descansar.
-No puedo, no puedo descansar, descansaré cuando vea
aparecer a mi hermano sano y salvo.
No me queda otra que salir a por él.
-Pero si ayer nos pateamos medio Madrid.
-Bueno, pues hoy el otro medio.
-Pero, vamos a ver... -Es mi hermano, Enrique,
hazte cargo. Haré lo que haga falta,
lo que haga falta hasta que lo encuentre.
-Y yo contigo, Antonia, y yo contigo.
Lo dices como si yo no quisiera buscarlo.
-Hombre, no es eso. -¡Contra, es mi cuñado también!
Parece que no te des cuenta. -Perdóname.
-Anda, no hace falta que me pidas perdón.
Lo que quiero es que sepas que mi única intención es ayudarte.
-Ya lo sé, Enrique, ya lo sé.
-Si te pido que descanses no te lo pido porque sí,
sé que te hará bien. Solo hay que verte para saber
que lo necesitas. -¿Me estás llamando ojerosa?
-Ay, ¡dale perico al torno! -Que ya lo sé, Enrique.
Tú te preocupas mucho por mí y yo te lo agradezco.
Yo estoy bien. Gracias.
-No vas a hacerme ni caso, ¿verdad?
-¿Qué más quisiera yo? Pero necesito salir a buscarle.
-No tienes remedio. -Mira, otra en mi lugar
se pasaría el día rezando y yendo a misa para pedir
por su hermano, pero no puedo. -Yo estaría más tranquilo,
pero sería un infeliz.
-Mira que eres zalamero, ¿eh?
¿Crees que no me doy cuenta de lo que estás haciendo?
-¿Yo? -Sí.
Estás enredándome y haciéndome perder tiempo
a ver si se acerca la hora de abrir el Ambigú
y desisto de salir a buscar a Germán.
-¿Piensas eso? -A ver, ¿me equivoco?
Escúchame, porque no lo volveré a repetir:
Lo único que quiero es que tu hermano entre
por esa puerta y tú dejes ya de preocuparte.
Soy tu marido, ¿qué mal te iba a desear yo?
-Claro. -¿Has oído algo de lo que dije?
-¿Sabes dónde no estuvimos preguntando ayer?
-No, pero seguro que me lo dices.
-Donde Carolina, es probable que ella sepa algo de dónde está.
¿No te parece?
Voy a verla.
-Ah, ¡padre!
-Hola, Carolina. -Qué ganas tenía de verle.
-Debes tranquilizarte, yo estoy bien.
-Me tranquilizaré cuando usted salga de aquí.
Guardia, ábreme la puerta para poder abrazarlo.
-Serénate, por favor. Me soltarán en cuanto comprendan
el terrible error que cometieron. -Eso me ha dicho so abogado,
pero no me fío. -Debes confiar en él.
Tengo el mejor abogado de Madrid.
Por cierto, gracias por avisarle enseguida.
-No me lo agradezca, es lo que tenía que hacer.
Padre, le van a soltar muy pronto, ¿verdad?
-Por supuesto que sí. -¿Y cuándo?
-Pues dentro de unas horas,
incluso puede que esta noche cenemos juntos.
-¿De verdad? -Me han encerrado basándose
en la declaración de un obrero
que solo quiere salvar el pescuezo.
-¿Entonces por qué sigue encerrado?
Su palabra vale más que la de un obrero resentido.
Su abogado no estará haciendo muy bien su trabajo.
-No es eso, es posible que la Policía tenga algún indicio.
-¿Qué indicio?
-El inspector Tobías ha encontrado un cuaderno
cerca del cadáver de Basilio. -¿Y qué?
-Que Basilio fue mi mano derecha durante mucho tiempo.
-¿Entonces...? ¿Las anotaciones de ese cuaderno
pueden involucrarle en el negocio? -¿Qué demuestran unas anotaciones?
¿Quién dice que sean ciertas? Basilio es un mal bicho,
habría hecho cualquier cosa por hundirme hasta muerto.
-Pero ya no puede hacer nada.
Padre, en mí sí que puede confiar completamente.
-Tú no puedes hacer nada estando yo aquí encerrado.
Y a saber por cuánto tiempo. -¿No decía que eran unas horas
para que le soltasen? -Sí, sí, sí, claro, Carolina.
-Prométame que saldrá de aquí pronto.
-He vivido lo suficiente como para tener clara una cosa:
La justicia es para aquellos que pueden pagarla.
(SUSPIRA)
-¡Adela! Es muy temprano, ¿ocurre algo?
Buenos días, Enrique, vengo para ver si hay
noticias de Germán, estoy muy nerviosa.
Anoche hicimos una ronda por las casas de familiares
y conocidos que no tienen teléfono.
Esta mañana Antonia volvió a echarse a la calle.
No cesará en su empeño hasta que lo encuentre.
¿Adónde se ha metido, Dios mío?
Aparecerá, no sufra.
Yo también he preguntado a todos nuestros conocidos,
pero nade sabe nada. Todos están sobre aviso.
Sí.
¿Le preparo un té?
Sí, por favor, Enrique, no he dormido en toda la noche.
Nosotros tampoco.
He leído y releído la carta por si había alguna pista.
(SUSPIRA) Adela...
No quiero ponerme en lo peor, Enrique, pero...
Estaba tan desesperado. No, no, no, eso ni lo piense.
Conozco bien a mi cuñado y sería incapaz de cometer
una barbaridad semejante.
Voy a traerle ahora mismo ese té, no tiene muy buena cara.
Gracias.
¿Y la carta qué decía?
Pues no gran cosa, la verdad.
Se dolía de haber perdido
el negocio que heredó de sus padres
y también se lamentaba de su matrimonio con Carolina,
cosa en la que estamos de acuerdo.
Tanto la carta que les dejó a ustedes como la mía,
están teñidas de derrotismo, Enrique.
Suenan a despedida.
Despedida en el sentido que usted se imagina, no.
La pérdida de un hijo es algo que pesa mucho
y luego está lo de la Villa de París.
Germán se ha quedado sin fuerzas para luchar.
Y yo lamento tanto no haber sabido ayudarle
a mantener la tienda a flote. Germán lo superará, dele tiempo.
Todo el que quiera, pero tiene que volver a mi lado.
Bueno, a veces a Germán le cuesta un poco ver
todo lo bueno que tiene en su vida. Es orgulloso, usted bien lo sabe.
Siento que no le apoyé lo suficiente.
Germán volverá, se lo aseguro.
Ojalá tuviera yo su convencimiento.
Lo hará por usted, la ama más que a su propia vida.
Enrique, yo... Muchas gracias por el té,
pero voy a seguir buscándolo.
Adiós, Adela. Si sabemos algo lo pondré
en su conocimiento. Gracias.
(SUSPIRA)
Por fin, aquí estaba.
Te advierto que hace frío
si pretendes salir solo con ese chal.
Cristóbal.
En realidad, estoy preparando el equipaje.
¿Te vas a ir con él?
(SUSPIRA) ¿Vas a dejar a tus hermanas
toda tu vida aquí? Ah...
Cristóbal, por favor, podría entrar tu madre o Rodolfo.
Tenemos que hablar. No creo que este sea el sitio.
¿Quieres irte? ¡Claro que no quiero irme!
Echaré de menos a mis hermanas y cuando que pienso que no volveré...
¿Entonces por qué te vas? No te vayas.
No tengo otra opción. Sí que la tienes, quédate.
¿Y Marina qué?
Rodolfo me dijo que no veníais y pensé que seguiría enferma...
Marina no es el motivo por el que yo me quedo, Blanca.
¿Y entonces? Tenemos una conversación pendiente.
Rodolfo estaba en la cárcel y Marina enferma, ¿recuerdas?
Por eso dejamos de vernos.
Pero yo sigo pendiente de ti,
echándote de menos cada día, a cada instante.
Ah... Blanca, quédate.
Quédate conmigo.
¿Miguel? Pero, bueno, ¿qué haces tú aquí?
-He venido a trabajar. -Pues, mira, no contaba contigo.
Ya tenía todos los turnos repartidos.
-Ya lo sabía, al final esto haría que me quedara sin trabajo.
-No es que tú te quedes sin trabajo, es que hay poco.
-Ya. -Hay que recuperar a los clientes,
el escándalo del opio nos ha perjudicado mucho.
-Así que no hago falta. -Pues, chico, no...
Hoy no, la verdad.
-Es una excusa para darme la patada,
ya he visto cómo me miran todos. -No digas tonterías.
Si alguien merece trabajar aquí, ese eres tú.
-¿Seguro? -Así será mientras sea encargado.
-¿Y por qué se extraña de verme? -No sé, porque...
Pensé que, después de tantos días en la cárcel,
querrías descansar un poco, disfrutar de tu libertad.
-Libre, pero con una deuda que no la quito en años.
La libertad no me salió barata, al contrario.
-Hiciste lo adecuado, confesaste la verdad.
-Sí, pero me consideran cómplice por encubrir el asesinato.
Y lleva razón. -Ya, no podías hacer otra cosa,
¿qué ibas a hacer? -Dígaselo a la Policía,
más me valdría haberme quedado callado.
-No, gracias a ti se hará justicia con don Ricardo.
Y el Sr. Montaner y tú estáis en la calle.
-Sí, no me quedaba otra que largarlo todo.
-No lo digas así, hombre, yo estoy orgulloso de ti.
-¿Orgulloso? ¿Orgulloso de qué? Yo no estoy orgulloso de mí.
-Petra estaría orgullosa de ti porque eres un hombre valiente,
confesar lo que has confesado, así, con lo que te jugabas.
Eso no lo hace cualquiera.
-¿Usted cree que Petra habría estado orgullosa?
-No es que lo crea, es que lo sé.
-Eso no va a pagar la multa.
A partir de mañana, me pone usted el primero
en la lista para trabajar, hago los turnos que sean.
-Alguien me ha dicho que el Sr. Montaner
parece ser que se va a hacer cargo de tu multa
en agradecimiento por lo que has hecho.
-¿No estará hablando en serio? -Si no, no lo diría.
Eso sí, eso no quita para que mañana estés aquí
a primera hora, me debes el alquiler de la habitación.
-Nunca tuve tantas ganas de venir a trabajar.
(RÍEN)
La situación ha cambiado.
Rodolfo ya es libre, Marina se ha recuperado.
¿De verdad crees que la situación ha cambiado a mejor?
Si seguimos esperando jamás será nuestro momento.
Cristóbal, por favor, no me lo pongas más difícil.
¿Pero de verdad te quieres ir?
¿Quieres que ese sea tu futuro desde ahora?
Tú te fuiste una vez. Y no sabes cuánto me arrepiento.
Me arrepiento de haberlo hecho, me equivoqué.
Por eso decidí afrontar mis sentimientos
y vivir la vida que quiero vivir.
Y esa vida es contigo.
No puedo.
No puedo dejar a Rodolfo solo ahora, no puedo hacerlo.
Pues no cedas ante él, también me han presionado
para que me marche a Suiza y les he dicho que no
que me quedo en Madrid, que mi vida es mía.
¿Y sabes por qué me quedo?
Por ti. Porque sé que es nuestra última oportunidad.
Lo siento. No me veo capaz.
No puedo dejar solo a Rodolfo. Lo está pasando muy mal.
Y no sé de qué sería capaz.
¿Algún día vas a dejar de pensar en los demás
y va a pensar en lo que tú quieres?
No puedo. Blanca.
No puedo. Por favor, podría entrar alguien, Cristóbal.
Piénsatelo. Porque estás dejando escapar nuestro último tren.
Se ha visto superado, señor Angulo.
Todo lo que le ha pasado últimamente a mi cuñado,
se ha convertido en una carga
demasiado pesada y ha decidido irse.
-¿A dónde? -No lo sabemos.
Ni su mujer ni su hermana ni yo.
-¿Y no ha dejado ninguna pista? -Solo un par de cartas.
Una para Adela y otra para Antonia.
-En la fábrica tuvo algún problema, pero le aseguro que nada grave.
-Él estaba muy angustiado. -¿Y se lo contó?
-Claro. Somos amigos, además de familia.
-Es posible que no estuviera pasando una buena racha.
La muerte de su hijo, la pérdida de la tienda.
Quizás no debimos presionarle. -Usted no se culpe.
Le dieron un trabajo. Y ya le digo yo que no se fue por eso.
Al menos, no solo por eso.
-Buenos días. -Buenos días.
-Buenos días. -¿No hace un día maravilloso?
-Hace bastante frío. -Pues bendito frío
y bendita libertad.
Esta mañana, cuando me he despertado,
pensaba que seguía en el calabozo.
Pero cuando he abierto los ojos,
me he dado cuenta de que estaba en mi habitación.
Ese instante, ese momento ha sido el más feliz de toda mi vida.
-Miguel hizo lo que debía. -Y tú también.
Pero cuando el inspector me encerré,
no sabíamos cuánto tiempo iba a pasar ahí dentro.
No te imaginas lo que es pensar que pasarás
parte de tu vida encerrado.
-Creo que puedo imaginármelo. -No solo soy libre.
Soy rico.
Inmensamente rico. Enrique, sirva un coñac
a todos los aquí presentes. El más caro de todos.
-Salvador, para el carro. -¿No te aburre ser
siempre tan correcto? -Pues no.
-No seas aguafiestas. -No aprendes la lección.
Sigues dilapidando el dinero.
-¿Qué quieres que haga? ¿Meterlo debajo de un sofá?
¿En el banco? -Guardar una parte en el banco,
me parece una idea sensata. -Sensata y aburrida.
-Ser sensato te parece aburrido. -Mucho.
Acabo de recuperar mi libertad y lo que quiero hacer,
es celebrarlo. No voy a arruinarme
por invitar. ¿Verdad, Enrique?
-Ser generoso es una virtud. -¿Lo ves?
Además, podría invitar todos los días
y seguiría siendo rico. ¿No te parece eso maravilloso?
-Si quiere, le tomo la palabra y, de ahora en adelante,
invito a mis clientes cargándolo a su cuenta.
-No, Enrique. Que pueda hacerlo, no significa que vaya a hacerlo.
Pero sirva. Sirva, que quiero brindar.
Brindo...
Por la libertad.
Bien. Ha sido correcto.
Correcto. ¿Solamente correcto?
Buenas. ¿Han terminado con el ensayo ya?
No, Raimundo. Me he encontrado al cartero
y me ha dado las cartas de la casa.
Casi todas son para la señorita Elisa.
Menos una, que es para doña Rosalía y otra para usted.
Huy, qué raro. Si yo no recibo correspondencia ya aquí.
¿Qué haces, Luis? Leer la carta.
Por favor, la carta está a mi nombre.
No tienes derecho a leerla.
Es de un admirador. Dice que te seguía
desde que cantabas en el Ambigú y vio tu recital de Navidad. Toma.
¿Por qué has hecho eso? Tu correspondencia debería llegar
a tu casa, no aquí. Para leerla tú.
Pienso hablar con el cartero para decirle
que no vives en esta casa. Las cartas que lleguen para ti,
quiero que las mande a nuestra casa.
-Señora, tengo que decirle algo. Sí.
Ayer hablé con Gabriel. ¿Y qué te dijo?
Insiste en verla. Dice que tiene que verla.
Le dije que es difícil. Es imposible.
Si ya lo sé. Hazle ver que la situación
con Luis es muy complicada. Dile que no puedo verle,
pero que no dejo de pensar en él. ¿Qué haces?
Yo nada. ¿Nada? Nada.
-Esas cartas son para la señorita Elisa.
-A lo mejor, hay una para Francisca. Lo voy a comprobar.
-Le aseguro que no. Son cartas de agradecimiento
de la boda de Elisa, por favor.
¿Y esta? -Esa es para doña Rosalía.
¿Era necesario todo esto? Debía asegurarme.
Así estamos, señorita. -Muy mal.
Qué pocos encargos. -Hemos bajado a la mitad.
-Por mucho que nos esforcemos,
no sacaremos esta fábrica a flote.
-Pero hemos pasado otras situaciones similares y remontamos.
Ya encontrará manera de capear el temporal.
-Si esto se alarga, no me quedará más remedio
que despedir a trabajadores.
-No. Reorganizaré turnos. Trabajarán menos,
cobrarán menos, pero cobrarán algo.
-Haremos eso, de momento. -Si me disculpa,
voy a ver cómo sale la seda. -Bien.
-Benjamín.
Con lo sonriente que estabas esta mañana
y ahora parece que te dispongas a ir
a un funeral. -Tal vez, sea así.
Cada vez tenemos menos clientes.
Si sigue así, voy a tener que despedir a trabajadores.
-¿Conoces Florencia? -¿Qué?
-Que si conoces Florencia. Es una de las ciudades
más hermosas. Más que Roma y que París.
-Estoy hablando de problemas serios.
-Y yo te estoy hablando de invitarte
a un fin de semana de ensueño con los gastos pagados.
Creo que nos lo merecemos. -Esto es para preocuparse.
-¿Por qué os empeñáis en arruinarme el día? Estoy feliz. Soy libre.
Disfrutemos un poco. -Estoy pensando...
Tal vez, tengamos una forma de salir de nuestros problemas.
¿Por qué no inviertes parte de lo que has ganado
en la lotería en esta fábrica?
-¿Cómo? -Sí. Es una buena manera
de rentabilizar el dinero, en lugar de gastarlo alegremente.
-Nos ayudaría a salir del bache.
-Invertir en esta fábrica.
Antes, quemo el dinero.
La que faltaba, con el día que llevo.
-Buenos días a ti también, Carolina.
-Te agradecería que te marcharas, Antonia.
Aquí no eres bien recibida. -No.
No me echas de la tienda que fue de mi familia,
de mis padres y de mi hermano. -¿No he hablado claro? Vete.
-No me marcharé hasta que no me escuches.
Si has tenido un mal día, yo lo tuve peor.
-No es asunto mío. Ya no somos familia.
-¿Te da igual que Germán lleve desaparecido desde ayer?
-¿Qué? -Que no sabemos nada de mi hermano
desde ayer. Y tememos que haya cometido una tontería.
-No tengo nada que ver con eso. -Huy que no.
Mira. Todo lo que le pasa a mi hermano, es por tu culpa.
-Vaya. -Sí. Fuiste una maldición para él.
Desde que entraste en su vida, no has parado de atormentarlo
hasta convertirlo en un pobre hombre.
-¿Qué sabrás tú lo que es vivir atormentado?
-Lo vi en sus ojos durante años.
-Seguro que sentías lástima, porque no era feliz
en su matrimonio. Qué pena. Pobre Germán,
lo que ha tenido que aguantar. -Sí.
-¿Y yo? ¿Lo que he tenido que aguantar yo?
Que me engañara con otra, que me repudiaran.
Que me encerraran en un sanatorio.
Y que me quitaran a mi hijo.
¿Y tengo que sentir lástima por Germán? ¡Ja!
-Podía haberle dejado en paz. Había rehecho su vida.
Pero, claro, has tenido que volverte a meter
hasta hundirlo en la miseria. -No protejas a tu hermano.
Perdió la tienda por su ineptitud. -Claro, claro.
Ahí estabas tú, esperando el momento de debilidad
para aprovecharlo, ¿no? -Tu opinión no me importa.
Si no te importa, vete. -Te conozco muy bien, Carolina.
Te calé desde el primer momento.
Tú has querido a mi hermano solo para ti,
de una forma que no es querer.
Y ahora que se giró en contra,
vas tú y le dejas sin nada. Sin ganas de vivir.
-Claro. Carolina siempre tiene la culpa de todo.
-Pues sí. Y te voy a advertir de una cosa.
Te juro por la memoria de mi madre,
que como le pase algo malo a mi hermano,
vuelvo y te doy tu merecido.
-¿Que me vas a dar mi merecido? ¿Pero tú quién eres?
Si tú no eres nadie. La dueña de un antro.
Y yo soy la hija de don Ricardo Silva.
Que no se te olvide.
-No te tengo miedo, Carolina. Que lo sepas.
Tus problemas siempre serán los míos.
-Ya lo veo. -Siento si fui directo.
Es lo que pienso. -Tú crees que invertir
en esta fábrica por la que tanto hemos luchado,
es como perder el dinero. ¿De verdad lo crees?
-Lo creo. Y seguro que Bernardo me respalda.
-No, no. A mí no me metas.
-Antes me aconsejaste que no dilapidara mi fortuna.
-Me refería a que no despilfarres. Ahorrar o invertir
puede ser una buena manera de rentabilizar.
-Esta fábrica es un poco sin fondo y a los hechos me remito.
¿Cuándo ha ido bien este negocio?
-Algún momento ha habido bueno.
-Los tres nos hemos dejado la piel, nos hemos jugado la salud.
Incluso la vida. -¿Cuál es el problema
de la fábrica, según tú? -Hablemos claro.
-Creo que lo que vas a decir, no me va a gustar.
-Quizás.
No funciona porque no tiene futuro.
¿Qué beneficios conseguimos desde que murió tu padre?
-La fábrica arrastraba deudas. -Y tampoco en la época
de don Fernando la fábrica funcionaba bien.
Se las ingenió para que no lo supierais.
Pienso que el momento de Tejidos Silva ha pasado.
No es momento para análisis sentimental.
-¿Cómo no hacerlo? Es la fábrica familiar.
¿Sabes lo orgulloso que mi padre estaba de ella?
-Una retirada a tiempo es una victoria.
-Lo más fácil es renunciar. -Lo más difícil es renunciar.
Hay que pensar con la cabeza y no con el corazón.
Te pido que seamos cerebrales. Y siento parecer cruel.
-Bernardo, ¿tú estás de acuerdo con Salvador?
-En parte, sí. Y pensándolo fríamente,
creo que antes de acarrear más deudas,
habría que pensar seriamente en la posibilidad
de vender Tejidos Silva.
-Está bien.
Hablaré con mis hermanas.
Todas mis cartas. ¿No le parece un escándalo?
-Me parece que no es muy apropiado.
¿Por qué hizo eso su cuñado? -Ni lo sé ni me importa.
Lo que sí me importa es que las mejores familias de Madrid
me han dado las gracias a mí por haberles invitado a mi boda.
Bueno, con usted. -Por cierto, hablando
de nuestra boda, hay un asunto que me gustaría abordar
cuanto antes. -Las flores.
No sabe el quebradero de cabeza
que está siendo elegir las que quiero.
Pero no se preocupe, que lo conseguiré.
-No es eso. Hablo de su padre. -¿Qué le pasa?
-Sabe que lo han detenido. -Claro que lo sé.
Pero no me importa lo que le pase.
Además, se lo tiene bien merecido.
-Elisa, que esto es serio.
Está acusado por contrabando de opio y por asesinato.
-Pero yo no tengo relación con mi padre.
Él no me quiso reconocer como hija, así que...
-Aun así, Elisa, la detención de su padre es un escándalo.
-¿Y qué? Eso no nos afecta a nosotros.
-Tal vez podríamos posponer el enlace.
No me gustaría que nuestra boda se viera empañada
por los rumores y los comentarios de los invitados.
-¡Oh! ¿Quiere cancelar la boda?
-Posponer. No cancelar. -Ni hablar.
Si don Ricardo no me quiso reconocer como hija,
yo no pienso reconocerle como padre.
Sus problemas son suyos, no míos.
-Sería por la gente, por el qué dirán,
por evitar situaciones incómodas.
-Hable claro. ¿No quiere casarse conmigo?
¿No quiere verse involucrado en un escándalo?
¿Es eso? Si es eso, por favor, dígalo.
-Tranquila, pequeña. Si yo le digo esto por su bien.
Pensé que a lo mejor no se atrevía a plantearlo.
(SUSPIRA) Menos mal.
Por un momento, pensé que lo que pudiera decir la gente,
tenía más peso que su amor por mí.
-Si fuera por mí, me casaba con usted ahora mismo.
-Le aseguro que nada impedirá mi boda.
Por hoy, debes quedarte aquí y descansar.
No tienes buen aspecto. Lo he buscado en todos
los lugares que suele frecuentar, Celia.
Y no una vez, dos veces. Adela, no eres tú
quien debe andar callejeando tras él.
¿Y quién, si no? Soy su mujer.
La policía. No. La policía no.
Adela, debes denunciar su desaparición.
Es muy pronto. No lo van a buscar.
Pensarán que si ha desaparecido
voluntariamente... ¿Voluntariamente?
Adela, ha dejado unas cartas de lo más inquietantes.
Hay otra razón por la que no puedo denunciar.
Pueden acusar a Germán de abandono del hogar.
Perdona. En eso no había pensado. Pues yo sí, Celia.
Yo he pensado en todas las posibilidades
y ninguna es esperanzadora.
Así que voy a buscarlo yo y voy a enfrentarme
a lo que sea que me tenga que enfrentar.
Adela, por favor. No me gusta verte así.
-La señorita Diana al teléfono.
Quiere hablar con alguna de ustedes.
-Dile que enseguida voy.
Lo cogeré aquí. Gracias, Merceditas.
Ahora vuelvo, ¿sí?
No tardaré. Tú descansa.
Diana.
No. No hay ninguna novedad sobre el paradero de Germán.
¿Por eso llamas?
¿Cómo?
¿Y no hay ninguna otra opción?
No. Claro, no. Sí.
Sí. Yo me ocuparé.
¿Pero estás segura de que no hay ninguna otra opción?
¿Sabe algo de Germán? No. Es de la fábrica.
Déjame a mí. Déjame.
Diana, ¿sabes algo de Germán?
¿Qué? ¿Cómo que Bernardo habló con él?
¿Pero qué le dijo?
No. Si le pedí que no dijera nada.
Si Germán se entera que yo pedí que...
Por favor.
Es culpa mía. ¿No lo entiendes?
Es culpa mi... (LLORA)
No, Diana. Todo va a estar bien.
Sí. Yo me ocuparé de hablar con Blanca y con Francisca.
Estaremos todas. Te lo prometo. Hasta luego.
Adela, por favor. No te pongas en lo peor.
Germán aparecerá. Adela.
¿Pero qué habrá hecho, Celia? ¿Qué habrá hecho?
Escúchame. Todo va a estar bien. ¿Me oyes?
Tú debes tranquilizarte. Sí.
Te vas a sentar, te vas a tranquilizar
y todo va a estar bien.
Yo te lo prometo. Te lo prometo.
Siéntese aquí, madre. Descanse un poco.
-Tengo los pies destrozados.
Me he recorrido Madrid de punta a punta.
-¿Y nada? -Como si se lo tragara la tierra.
(Llaman a la puerta) (ENRIQUE) Soy yo.
Una tila te hará sentir mejor.
-Lo único que puede hacerme sentir mejor,
es ver entrar a Germán. -Lo hará en cualquier momento.
-Claro. Mañana o pasado aparecerá pidiendo perdón.
-Es que no entiendo nada. Marcharse así.
Y encima, ahora, con toda la que tenemos.
-Bueno, por mí, no se preocupe.
Yo lo tengo todo preparado.
No me mire así. Ya sé que no le gusta
que hable de este tema y menos ahora.
Pero quiero que sepan que ya tengo
el pasaporte. -¿Y cómo lo has hecho?
Conseguir un pasaporte falso no es nada fácil.
-Cuanto menos sepan, mejor.
-Hijo, a mí me escama mucho todo esto.
-Si no quiero que sepan nada, es por su bien.
Por si me detienen o les preguntan.
De esta forma, no les va a salpicar.
Tienen que confiar. -¿En qué barco te vas? ¿Cuándo?
-El barco zarpa en un par de días.
Un empresario teatral lleva una gira a América
y yo voy a ser el tramoyista.
Así pasaré desapercibido en el pasaje.
-¿Tú le estás oyendo? ¿Cómo quieres que no nos preocupemos?
¿Qué empresario? ¿Quién es? -Nos dijiste que ibas
en un barco de mercancías. -Voy donde puedo.
No tengo opción. -A mí me parece mucha casualidad
que te vayas en las mismas fechas en que Francisca se va a América.
-Ve fantasmas donde no los hay.
Tu madre tiene razón, estás jugando con fuego.
Les he dicho que no se preocupen por mí.
Te vas en el mismo barco que Francisca y Luis,
el hombre que te ha amenazado de muerte.
Deja ya de mentirnos, hijo.
¿Y pretendes que no nos preocupemos?
Luis va en primera, yo no. De verdad, no se preocupen.
Voy a ir con cuidado, ni nos vamos a cruzar
ni le voy a ver en todo el viaje.
Mira, basta que sospeche por lo que sea,
por el comportamiento de Francisca,
en algo que ella diga, atará cabos y no parará
hasta que te encuentre.
Voy a ir con cuidado durante todo el viaje.
Y en América voy a poner tierra de por medio.
No le voy a volver a ver en toda mi vida.
¿Y a Francisca tampoco?
Tampoco.
¿Y si buscas otra alternativa? -No tengo alternativa, padre.
Tengo que irme de aquí cuanto antes.
No les puedo poner más tiempo en peligro.
Ay, hijo mío, ¿qué voy a hacer yo sin ti?
(SUSPIRA)
Ay, doña Adela se ha tomado la sopa
y ya se siente mucho mejor. O eso me ha dicho.
A lo mejor me lo ha dicho
para que no me preocupe, no sé...
Yo creo que la única cura a su malestar
es que vuelva don Germán, pero...
Menos mal que doña Blanca ha venido a hacerle una visita.
Traía sus guantes que me gustan a mí tanto.
¿Sabe a cuáles me refiero?
¿Está usted bien, doña Rosalía? -¿Qué? ¿Cómo dices?
No, no está bien. En otras circunstancias
ya me habría dicho: "Merceditas, calladita".
Y no lo ha hecho. -Pues si quieres te lo digo.
A usted le pasa algo. -No, no.
Desde esta mañana que Raimundo le ha dado esa carta
está usted como alma en pena. -Ay, Merceditas, estoy bien.
Y aunque estuviera mal, que ya te digo que no lo estoy,
a lo mejor no quiero contártelo.
Ah, pues no lo haga.
Si después de la de años que llevamos trabajando juntas
usted y yo aquí, mano a mano, no tiene la suficiente
confianza como para contarme sus penas, no lo haga,
yo no voy a obligarla.
Pero me sentiría un poco despreciada.
Pero tranquila, yo no voy a obligarla.
Bueno, está bien, por Dios.
Si vas a ponerte así te lo cuento.
Aunque sólo sea para dejar de oírte
hablar como un papagayo.
¿Los papagayos hablan?
Uf, pero ni la mitad que tú.
Esta carta que he recibido es del marido de mi hermana.
Parece ser que Virtudes ha caído enferma.
Oh, ¿y qué le pasa exactamente?
No lo saben, pero está gravemente enferma.
Tal vez le quede poco tiempo de vida.
Bueno, ¿y qué hace usted ahí sentada tan tranquila?
Vaya a su cuarto, prepare su equipaje
y coja el primer coche de línea que salga.
No, no, yo no voy a ninguna parte.
¿Me está diciendo que no va a ver a su hermana?
Hago falta aquí, las señoritas me necesitan.
Las señoritas lo entenderán.
No, no, no puedo irme. No, no me atrevo.
¿Pero si su hermana se está muriendo
cómo no van a entenderlo?
Bastante tienen ellas ya con lo que tienen.
Dejémoslo así.
¿Y usted no cuenta?
Por favor, Merceditas. Basta ya, no insistas.
Está bien, lo que voy a hacer
es contárselo a doña Blanca y a doña Adela.
Ni se te ocurra, te lo prohíbo.
Doña Rosalía, se va a arrepentir.
Bueno, eso es asunto mío. Prefiero que tú no te metas.
Está bien, sólo le voy a decir una cosa.
Yo a usted no la entiendo.
Pues yo te voy a decir a ti otra.
Merceditas, calladita.
Si ya estoy mucho mejor. ¿Seguro?
Sí quieres nos reunimos sin ti
y después te contamos de qué se trata.
No, no, de ninguna manera.
Diana dijo que era importante,
así que voy a ir. A ver.
No tienes fiebre.
De todas maneras voy a por unos paños húmedos, ¿eh?
No te preocupes, te digo que me encuentro mucho mejor.
Pero si no es ninguna molestia, me gusta hacer de enfermera.
Además, estoy segura de que Germán
volverá muy pronto junto a ti, ya lo verás.
¿Cómo lo sabes? Intuición, supongo.
Pero hay algo que me dice que va a volver pronto.
¿El qué? El amor que siente por ti.
Ha sido capaz de hacer cualquier cosa
movido por ese amor.
Ha luchado por ti, ha sido valiente.
No todo el mundo ha hecho eso.
Ojalá tengas razón, Blanca.
Porque yo me imagino mi vida sin él y no...
Ay, perdóname, yo hablando de mí
con lo que tú tienes encima.
Tener que irte y dejarnos a todas.
Dejarlo todo no es fácil.
Bueno, pensemos en positivo.
Seguro que esa distancia
beneficia a tu matrimonio. ¿No te parece?
Adela, yo sigo queriendo a Cristóbal.
Y él me ha dicho que me quede aquí junto a él.
¿Y tú qué le has dicho? Pues que no,
que no puedo hacerle eso a Rodolfo.
Y menos ahora con todo lo que está pasando.
¿Cristóbal estaría dispuesto a dejar a Marina?
Pero sé que es mi deber.
Es lo que dice mi cabeza,
es lo que hace una buena esposa.
Pero...
Pero tu corazón te dice otra cosa.
Y haga lo que haga hago daño al uno o al otro.
Y yo no quiero hacerle daño a nadie.
Pero lo peor es el daño que te haces a ti misma.
Tienes que escuchar a tu corazón.
¿Te acuerdas cuando Cristóbal se fue a África?
Claro que me acuerdo, como para no acordarme.
Estuviste a punto de confesarle tus sentimientos.
Sí, pero no me atreví.
Y luego me arrepentí de no hacerlo.
Pues esta es la misma situación,
sólo que la que se va al extranjero eres tú.
Pero ahora estoy casada.
Estoy casada con Rodolfo
y si no me atrevía entonces, imagínate ahora.
A veces hay que tomar decisiones difíciles, Blanca.
Tú decías que admiras a Germán.
Pues Germán tuvo que dejar a su mujer.
Y eso fue una decisión muy difícil.
¿Entonces qué me propones, que me quede aquí?
Que escuches a tus sentimientos.
No luches contra ellos porque vas a perder.
Yo me pasé muchísimo tiempo diciendo que no amaba a Germán.
Y lo único que hice fue sufrir.
Pero es que tengo muchas dudas.
Respóndeme a esto.
¿Tú amas a Cristóbal?
Sí.
Pues entonces ya sabes lo que tienes que hacer.
Gracias.
¿Sólo se van a llevar ese equipaje?
Sí, sí, creo que sí.
Para mi madre está siendo muy duro...
dejar su casa.
Te agradezco mucho que te hayas enfrentado a tu madre
y le hayas impuesto nuestra decisión de no acompañarles.
Sé que no ha sido fácil. No era justo para nosotros.
Sobre todo para ti.
A fin de cuentas Rodolfo es mi hermano.
Pero tú no tienes por qué cargar con eso.
Ya...
Marina, quiero hablar contigo.
¿Por qué pienso que no me va a gustar
lo que tienes que decirme?
Verás, si no he tomado la decisión
de no huir con ellos es por Blanca.
¿Por Blanca? Lo siento,
pero no puedo seguir engañándote.
Por favor, no sigas. Durante tu enfermedad
pensé que no era oportuno sincerarme contigo.
Es que no quiero oírlo, Cristóbal.
Tenemos que enfrentarnos a esto.
Y tú lo sabes tan bien como yo.
Tenías razón y siempre la has tenido
cuando me decías que yo posponía nuestros planes
porque en el fondo estaba pensando...
En el fondo querías estar con ella y no conmigo.
No quiero que pienses que esto está siendo fácil para mí.
No lo es y no lo ha sido. Y no quiero hacerte daño.
¿Así que ya lo tenéis decidido Blanca y tú?
No, no, no.
Blanca no sé todavía qué va a hacer.
Pero aún así debía ser honesto contigo.
¿Honesto?
Tú nunca has sido honesto conmigo.
Te casaste conmigo sabiendo que amabas a otra.
¿Qué hay de honesto en eso?
He cometido muchos errores.
Ya, claro, eso soy yo, ¿verdad?
En error, un obstáculo incómodo
del que hay que deshacerte cuanto antes, ¿no?
Tú misma quisiste dejarme porque veías lo que pasaba.
Y yo no puedo seguir negando lo que siento.
Estoy dispuesto a enfrentarme a quien sea,
incluso a mi familia.
No puedo seguir así.
Pues no voy a permitir que se salgas con la tuya.
De verdad que te juro que entiendo cómo te sientes.
Y tienes todo el derecho a estar dolida conmigo.
Sé que te estoy haciendo daño.
Pero te juro que lo siento.
Y si pudiera volver atrás haría las cosas de otra manera.
No vas a engatusarme.
¿No te das cuenta de que una sola palabra mía
podría destruir a tu familia?
Podría destruiros a ti y a Blanca.
¿Qué estás diciendo?
Si no abandonas a Blanca iré a la policía y le contaré
el plan de fuga de los Loygorri.
¿Serías capaz?
Ponme a prueba, Cristóbal.
Tú ponme a prueba.
Adela, ¿cómo estás? Bien, mucho mejor.
Un poquito débil, pero bien.
Siéntate. Quizá deberíamos aplazar
la reunión hasta que ella se encuentre mejor.
Sí, a mí tampoco me viene nada bien,
porque estoy con los preparativos de la boda.
No, dejemos que Celia nos explique
lo que nos tiene que contar. Yo estoy bien.
Celia.
Diana ha llamado desde la fábrica.
Todas sabemos que Tejidos Silva se vio perjudicada
por el escándalo del opio y muchos clientes
han dejado de confiar en nosotros.
Para eso se había contratado a Germán.
Para captar a nuevos clientes.
Con lo que se encontró Germán no podía hacer milagros.
¿Pero tan mala es la situación?
Según diana, pésima.
Hemos perdido muchos clientes
y habría que despedir a la mitad de la plantilla.
Si esa es la solución para reflotar la fábrica
pues se despide a la mitad de los obreros
y luego se les vuelve a contratar
cuando los volvamos a necesitar.
Ay, Elisa, por Dios. ¿Qué?
¿No sería una solución eso?
Una solución muy cruel.
Esos obreros cuentan con su jornal.
Y se portaron muy bien
cuando se les pidió horas extras.
Pero algo se podrá hacer.
Sí, de peores hemos salido, ¿no?
Pues no lo sé, la situación viene de lejos.
A padre le costaba mucho mantenerla a flote,
y eso que estaba hipotecada.
¿Entonces cuál es el problema?
Según Diana, Bernardo y Salvador
la fábrica es el propio problema.
¿Eso dice Salvador?
Ya, para Salvador es muy fácil, no tiene ningún vínculo
emocional con la fábrica. Por eso es imparcial.
Nosotras vemos la fábrica
como el legado de nuestro padre.
Y eso no es objetivo.
Bueno, ¿pero qué proponen?
¿Qué dice Diana? ¿Y por qué no está aquí?
Porque no ha podido venir.
Pero ella cree que como todas somos accionistas
tendríamos que tomar una decisión en común.
¿Qué decisión?
Vender la fábrica.
No es que no quiera, no puede volver a verte.
Ella siempre encuentra el modo de verme.
Sí, pero es que don Luis no le quita el ojo de encima.
¿Pero qué ha pasado?
Pues... -Raimundo.
Yo entré con las cartas que me había dado el cartero
y él se echó sobre mí, cogió las cartas...
Sobre todo una que venía a nombre de doña Francisca.
¿Piensa que soy tan tonto como para mandar
una carta a casa de sus hermanas?
Por lo visto sí. Sospecha hasta de las macetas.
Yo nunca lo había visto así. -¿Qué hizo?
Abrió la carta y suerte que era una carta de un admirador.
Pero después me cogió todas y las fue abriendo una por una
para comprobar que ninguna traía un mensaje
para doña Francisca.
Sólo se salvó una que iba dirigida a doña Rosalía.
Ese hombre está loco.
Sí, los celos están haciendo de él otra persona.
Y a mí no me gustaría estar en la piel de doña Francisca.
Ni en la tuya tampoco.
Debo hacer algo para protegerla.
Sí, ya te digo yo lo que, poner pies en polvorosa.
No, Raimundo, no. No me perdonaría
si le pasara algo. Francisca no puede vivir
atemorizada al lado de ese hombre.
Pero yo no creo que don Luis llegue a tanto.
Mira, lo más inteligente que puedes hacer es... nada.
Ni te acerques a doña Francisca.
Raimundo, tengo que pedirte un favor.
Si está en mi mano.
Tienes que protegerla.
Al menos cuando estés en la casa.
Y debes avisarme de cualquier cosa que suceda entre ellos.
Debo asegurarme de que está bien,
al menos hasta que consigamos huir.
Yo lo hago, de verdad, pero...
¿Qué?
Ese viaje a América en el mismo barco que ellos...
¿Tú crees que eso es buena idea?
Raimundo, eso ya está decidido.
En nada vamos a partir.
En cuanto crucemos el charco
Francisca y yo por fin seremos libres.
Está bien, si tantos problemas da la fábrica
yo voto por vender.
Bueno, yo me voy de gira unos días
y no quiero dejaros con problemas.
Así que si la solución es vender...
Yo me traslado pronto a Arganzuela.
Y mi vida serán las clases, aunque vendré a veros.
Pero la decisión de Diana me parece la correcta.
Yo no sé cuál va a ser mi futuro de ahora en adelante.
Rodolfo está en una situación muy delicada.
Pero sí que es verdad que me quedaría muchísimo
más tranquila si supiera que contáis con recursos
para salir adelante.
No sé, la fábrica era tan importante para padre
y hemos vivido tantos a&#x#xF1;os de ella.
Adela, piénsalo fríamente.
No podemos seguir viendo la fábrica
como el recuerdo de nuestro padre.
No, ya, ya lo sé.
No, y por eso no me voy a oponer a la venta.
Siendo prácticas, nos viene bien el dinero.
Por lo tanto...
Llamaré a Diana.
Tejidos Silva se vende.
Si tú y tu madre queréis marcharos, perfecto.
Yo no tengo ningún problema en quedarme aquí.
¿Dónde se ha visto que esposa y marido
vivan en países diferentes? Es que es absurdo.
Hay demasiadas cosas que me unen a esta ciudad,
empezando por mis hermanas.
Sabes que puedo obligarte. La única manera que tendrías
de obligarme es acudir a las autoridades.
¿Y qué vas a hacer,
decirles que piensas huir del país?
Tú tienes la culpa de lo que le ha pasado a Germán.
Cuando estaba conmigo lo tenía todo.
¿Y qué creías, que tú le harías más feliz que yo?
Mira, sé que estás desquiciada. Estoy perfectamente.
Pero no soportas escucharme porque lo que digo es cierto.
¡Bueno, ya está, se acabó!
¡No pienso escuchar ni una sola palabra más!
Márchate.
No tenemos clientes, carecemos de materias primas.
El panorama no se presenta halagüeño.
Por lo tanto... -Nos cierran la fábrica.
Déjala hablar. -Sí, perdón, perdón.
Por un momento he pensado que a Blanca le costaba
separarse de sus hermanas. Pero... pero no,
es de ti de quien le cuesta separarse.
¿Qué estás diciendo? No, deja de fingir.
Venga, que sé perfectamente lo que sientes por mi mujer.
Por eso tú también has decidido quedarte, ¿verdad?
Yo me quedo por mi mujer.
No pretenderás que me crea semejante estupidez.
¡Admítelo, tú me quieres muy lejos de aquí!
Bueno, basta ya.
¿Por qué tengo este nudo en el estómago?
¿Cómo no te va a importar dejar de lado
algo que llevas en la sangre?
¿Ha pensado en informar a la policía?
Mis hermanas opinan lo mismo.
Pero yo no sé si debería hacerles caso.
Piensa que podría perjudicarle.
Exacto.
Yo creo que Germán
va a aparecer en cualquier momento.
En cuanto se tranquilice y analice la situación.
Una denuncia por abandono del hogar es algo muy grave.
Por eso habría que pensar en otras posibilidades.
¿Qué posibilidades?
¿Necesita usted alguna tela, botones o pasamanería?
Porque si no es así preferiría que no me interrumpiese.
Mi hermana Virtudes, tu madre adoptiva,
está gravemente enferma.
Pues no hacía falta que viniera para decirme eso.
Ella te crió y te quiso como a una hija.
Estás en deuda con ella.
Tenemos diferentes conceptos de lo que es una deuda.
El señor Martorell es un empresario
que tiene una fábrica textil en Valencia.
Con muy buena reputación, lo sé.
Tengo intención de comprar Tejidos Silva
porque sólo me interesa lo mejor.
Para mí es un honor que me venda la fábrica.
Quería darle las gracias
por todo lo que está haciendo por mi hijo.
Yo no estoy haciendo nada.
Sé que le está ayudando a huir del país.
¿Se lo ha contado Gabriel? No ha hecho falta.
Parte en un barco a América en las mismas fechas
en las que usted se va de gira.
No hacía falta que viniese aquí.
Yo sólo quiero que sea feliz. Ha sufrido mucho últimamente.
No venía sólo a darle las gracias.
Ya me parecía a mí...
¿Cómo pude ser tan ingenua?
De verdad te creí, creí tus palabras,
que me querías. Y te quiero.
Pues eso no es lo que me has demostrado.
Blanca, hay algo que no sabes.
Me ha explicado que estaría encantado de llevar
a toda la compañía en primera, pero viajar a Sudamérica
supone un estipendio enorme.
A toda la compañía no, pero a nosotros sí.
¿Tú no estarás buscando alguna excusa para quedarte?
Usted podría acompañarme al altar.
Vaya, eso sí que no me lo esperaba.
Salvador, no tengo a nadie. Y usted es la persona perfecta.
¿Yo? -Sí, he estado repasando
mi lista de invitados y no hay nadie mejor.
Así que ha venido a mí a la desesperada.
Claro que no, lo he pensado mucho antes de venir.
¿Vamos a quedarnos mucho rato?
No demasiado. -Te espero en la mesa.
Señorita Celia. ¡Señorita Celia!
¡Qué casualidad, estoy aquí con mi hermana!
¿No tenía tantas ganas de encontrarse con ella?
Pero ahora tengo mucha prisa.
Está ahí sentada. Tarda un minuto en saludarla.
Carolina no sólo me guarda rencor a mí,
también culpa a Virtudes por haberla engañado
durante toda su vida.
Pero recapacitará, algún día.
Bueno, usted lo que tiene que hacer es pedirle permiso
a las señoritas e irse al pueblo.
Su hermana estará acompañada y podrá despedirse de ella.
No, no, no, eso es imposible.
Estoy segura de que las señoritas
no le pondrán ningún inconveniente.
Pero es que no puedo ausentarme ahora.
En estos casos cualquiera
entendería que usted se marchara.
Es su única hermana.
Quiero hacerles una oferta en firme.
¿Así que pronto podremos firmar el contrato?
Seguro que sí.
No me gusta hablar de cifras,
pero para que compruebe mi interés aquí le muestro
la cantidad que estoy dispuesto a pagar
y los plazos que me resultarían convenientes.