Transcripción completa
Me voy a Suiza, Adela.
Eso es lo único que puedo decirte.
¿Sabes lo que eso significa?
Claro que sé lo que significa,
que voy a estar muchísimo
tiempo sin veros.
Por eso no te preocupes,
encontraremos la manera
de estar en contacto,
aunque tengamos que viajar nosotras.
Las demás opinarán lo mismo.
No, las demás no pueden saber nada.
¿Cómo que no pueden saber nada?
Cuanto menos sepan, mejor.
Así no van a tener que mentir
cuando la interroguen.
No te engañé con Gabriel,
¿cómo te lo digo?
y yo he de aguantar que salgas
de casa a horas intempestivas,
sin dar explicaciones.
Me reuní con Guiñones.
¿Tanta prisa tenía
por cancelar la gira?
¿En serio?
En serio.
Entrégale una nota a Gabriel.
Mi marido no me deja sola.
Sería esta nota, ¿se la darás?
no te lo pediría
si no fuera necesario, por favor.
Muchas gracias.
Salimos en tres días.
Lamento que haya hecho
todos los preparativos,
pero no vamos a ir a Suiza.
Rodolfo, ¿estás seguro
de lo que vamos a hacer?
Tú te vas con toda tu familia.
No dejas a nadie atrás
que sufra las consecuencias.
¿Ah, sí? ¿A quién?
Cristóbal y Marina.
¿De Germán?
(LEE) Casarme contigo ha sido
lo mejor que me pasó en la vida.
Me has hecho el hombre
más feliz del mundo.
(LEE CARTA DE GERMÁN)
"Adela, soy incapaz de mantener
(LEE) Perdóname
por lo que voy a hacer.
Sé que al principio sufrirás,
pero espero que,
desapareciendo de tu vida,
consigas ser feliz.
(Sintonía)
Buenos días, Enrique,
vengo para ver si hay
noticias de Germán,
estoy muy nerviosa.
¿Adónde se ha metido, Dios mío?
Yo también he preguntado
a todos nuestros conocidos,
pero nade sabe nada.
Todos están sobre aviso.
Sí, por favor, Enrique,
no he dormido en toda la noche.
He leído y releído la carta
por si había alguna pista.
(SUSPIRA)
Adela...
No quiero ponerme en lo peor,
Enrique, pero...
Estaba tan desesperado.
No, no, no, eso ni lo piense.
Gracias.
¿Y la carta qué decía?
Tanto la carta que les dejó
a ustedes como la mía,
están teñidas de derrotismo,
Enrique.
Suenan a despedida.
Y yo lamento tanto
no haber sabido ayudarle
a mantener la tienda a flote.
Germán lo superará, dele tiempo.
Todo el que quiera,
pero tiene que volver a mi lado.
Siento que no le apoyé
lo suficiente.
Ojalá tuviera yo
su convencimiento.
Enrique, yo...
Muchas gracias por el té,
pero voy a seguir buscándolo.
Por fin, aquí estaba.
Te advierto que hace frío
si pretendes salir solo
con ese chal.
Cristóbal.
En realidad,
estoy preparando el equipaje.
¿Te vas a ir con él?
(SUSPIRA)
¿Vas a dejar a tus hermanas
toda tu vida aquí?
Ah...
Cristóbal, por favor,
podría entrar tu madre o Rodolfo.
Tenemos que hablar.
No creo que este sea el sitio.
¿Quieres irte?
¡Claro que no quiero irme!
Echaré de menos a mis hermanas y
cuando que pienso que no volveré...
¿Entonces por qué te vas?
No te vayas.
No tengo otra opción.
Sí que la tienes, quédate.
¿Y Marina qué?
Rodolfo me dijo que no veníais
y pensé que seguiría enferma...
Marina no es el motivo
por el que yo me quedo, Blanca.
¿Y entonces?
Tenemos una conversación pendiente.
Rodolfo estaba en la cárcel
y Marina enferma, ¿recuerdas?
Por eso dejamos de vernos.
Pero yo sigo pendiente de ti,
echándote de menos cada día,
a cada instante.
Ah...
Blanca, quédate.
Quédate conmigo.
La situación ha cambiado.
Rodolfo ya es libre,
Marina se ha recuperado.
¿De verdad crees que
la situación ha cambiado a mejor?
Si seguimos esperando
jamás será nuestro momento.
Cristóbal, por favor,
no me lo pongas más difícil.
¿Pero de verdad te quieres ir?
¿Quieres que ese sea tu futuro
desde ahora?
Tú te fuiste una vez.
Y no sabes cuánto me arrepiento.
Me arrepiento de haberlo hecho,
me equivoqué.
Por eso decidí afrontar
mis sentimientos
y vivir la vida que quiero vivir.
Y esa vida es contigo.
No puedo.
No puedo dejar a Rodolfo
solo ahora, no puedo hacerlo.
Pues no cedas ante él,
también me han presionado
para que me marche a Suiza
y les he dicho que no
que me quedo en Madrid,
que mi vida es mía.
¿Y sabes por qué me quedo?
Por ti. Porque sé que es
nuestra última oportunidad.
Lo siento. No me veo capaz.
No puedo dejar solo a Rodolfo.
Lo está pasando muy mal.
Y no sé de qué sería capaz.
¿Algún día vas a dejar de pensar
en los demás
y va a pensar en lo que tú quieres?
No puedo.
Blanca.
No puedo. Por favor,
podría entrar alguien, Cristóbal.
Piénsatelo. Porque estás dejando
escapar nuestro último tren.
Correcto. ¿Solamente correcto?
No, Raimundo.
Me he encontrado al cartero
Huy, qué raro. Si yo no recibo
correspondencia ya aquí.
¿Qué haces, Luis?
Leer la carta.
Por favor, la carta está
a mi nombre.
No tienes derecho a leerla.
¿Por qué has hecho eso?
Tu correspondencia debería llegar
con Luis es muy complicada.
Dile que no puedo verle,
pero que no dejo de pensar en él.
¿Qué haces?
Yo nada.
¿Nada? Nada.
de la boda de Elisa, por favor.
¿Era necesario todo esto?
Debía asegurarme.
los lugares que suele frecuentar,
Celia.
Y no una vez, dos veces.
Adela, no eres tú
¿Y quién, si no?
Soy su mujer.
Es muy pronto.
No lo van a buscar.
Pensarán que si ha desaparecido
voluntariamente...
¿Voluntariamente?
Hay otra razón por la que
no puedo denunciar.
Pueden acusar a Germán
de abandono del hogar.
Yo he pensado en todas
las posibilidades
y ninguna es esperanzadora.
Así que voy a buscarlo yo
y voy a enfrentarme
a lo que sea que me tenga
que enfrentar.
¿Sabe algo de Germán?
No. Es de la fábrica.
Déjame a mí. Déjame.
Diana, ¿sabes algo de Germán?
¿Qué? ¿Cómo que Bernardo
habló con él?
¿Pero qué le dijo?
No. Si le pedí que no dijera
nada.
Si Germán se entera que yo pedí
que...
Por favor.
Es culpa mía. ¿No lo entiendes?
Es culpa mi...
(LLORA)
¿Pero qué habrá hecho, Celia?
¿Qué habrá hecho?
(Llaman a la puerta)
(ENRIQUE) Soy yo.
Si ya estoy mucho mejor.
¿Seguro?
Sí quieres nos reunimos sin ti
y después te contamos
de qué se trata.
No, no, de ninguna manera.
Diana dijo que era importante,
así que voy a ir.
A ver.
No tienes fiebre.
De todas maneras voy a por
unos paños húmedos, ¿eh?
No te preocupes, te digo
que me encuentro mucho mejor.
Pero si no es ninguna molestia,
me gusta hacer de enfermera.
Además, estoy segura
de que Germán
volverá muy pronto junto a ti,
ya lo verás.
¿Cómo lo sabes?
Intuición, supongo.
Pero hay algo que me dice
que va a volver pronto.
¿El qué?
El amor que siente por ti.
Ha sido capaz de hacer
cualquier cosa
movido por ese amor.
Ha luchado por ti,
ha sido valiente.
No todo el mundo ha hecho eso.
Ojalá tengas razón, Blanca.
Porque yo me imagino mi vida
sin él y no...
Ay, perdóname,
yo hablando de mí
con lo que tú tienes encima.
Tener que irte y dejarnos
a todas.
Dejarlo todo no es fácil.
Bueno, pensemos en positivo.
Seguro que esa distancia
beneficia a tu matrimonio.
¿No te parece?
Adela, yo sigo queriendo
a Cristóbal.
Y él me ha dicho que me quede
aquí junto a él.
¿Y tú qué le has dicho?
Pues que no,
que no puedo hacerle eso
a Rodolfo.
Y menos ahora con todo
lo que está pasando.
¿Cristóbal estaría dispuesto
a dejar a Marina?
Pero sé que es mi deber.
Es lo que dice mi cabeza,
es lo que hace
una buena esposa.
Pero...
Pero tu corazón te dice
otra cosa.
Y haga lo que haga hago daño
al uno o al otro.
Y yo no quiero hacerle daño
a nadie.
Pero lo peor es el daño
que te haces a ti misma.
Tienes que escuchar
a tu corazón.
¿Te acuerdas cuando Cristóbal
se fue a África?
Claro que me acuerdo,
como para no acordarme.
Estuviste a punto de confesarle
tus sentimientos.
Sí, pero no me atreví.
Y luego me arrepentí
de no hacerlo.
Pues esta es la misma
situación,
sólo que la que se va
al extranjero eres tú.
Pero ahora estoy casada.
Estoy casada con Rodolfo
y si no me atrevía entonces,
imagínate ahora.
A veces hay que tomar
decisiones difíciles, Blanca.
Tú decías que admiras a Germán.
Pues Germán tuvo que dejar
a su mujer.
Y eso fue una decisión
muy difícil.
¿Entonces qué me propones,
que me quede aquí?
Que escuches
a tus sentimientos.
No luches contra ellos
porque vas a perder.
Yo me pasé muchísimo tiempo
diciendo que no amaba a Germán.
Y lo único que hice fue sufrir.
Pero es que tengo muchas dudas.
Respóndeme a esto.
¿Tú amas a Cristóbal?
Sí.
Pues entonces ya sabes
lo que tienes que hacer.
Gracias.
Sí, sí, creo que sí.
Para mi madre está siendo
muy duro...
dejar su casa.
Sobre todo para ti.
A fin de cuentas Rodolfo
es mi hermano.
Pero tú no tienes
por qué cargar con eso.
Marina, quiero hablar contigo.
Verás, si no he tomado
la decisión
de no huir con ellos
es por Blanca.
pero no puedo seguir
engañándote.
pensé que no era oportuno
sincerarme contigo.
Tenemos que enfrentarnos
a esto.
Y tú lo sabes tan bien como yo.
Tenías razón y siempre
la has tenido
cuando me decías
que yo posponía nuestros planes
porque en el fondo
estaba pensando...
No quiero que pienses que esto
está siendo fácil para mí.
No lo es y no lo ha sido.
Y no quiero hacerte daño.
No, no, no.
Blanca no sé todavía
qué va a hacer.
Pero aún así debía ser
honesto contigo.
He cometido muchos errores.
Tú misma quisiste dejarme
porque veías lo que pasaba.
Y yo no puedo seguir negando
lo que siento.
Estoy dispuesto a enfrentarme
a quien sea,
incluso a mi familia.
No puedo seguir así.
De verdad que te juro
que entiendo cómo te sientes.
Y tienes todo el derecho
a estar dolida conmigo.
Sé que te estoy haciendo daño.
Pero te juro que lo siento.
Y si pudiera volver atrás
haría las cosas de otra manera.
¿Qué estás diciendo?
¿Serías capaz?
Un poquito débil, pero bien.
Siéntate.
Quizá deberíamos aplazar
la reunión hasta que ella
se encuentre mejor.
No, dejemos que Celia
nos explique
lo que nos tiene que contar.
Yo estoy bien.
Celia.
Para eso se había
contratado a Germán.
Para captar a nuevos clientes.
¿Pero tan mala es la situación?
Ay, Elisa, por Dios.
¿Qué?
Una solución muy cruel.
Esos obreros cuentan
con su jornal.
Y se portaron muy bien
cuando se les pidió
horas extras.
Pero algo se podrá hacer.
Sí, de peores hemos
salido, ¿no?
Pues no lo sé, la situación
viene de lejos.
A padre le costaba mucho
mantenerla a flote,
y eso que estaba hipotecada.
Ya, para Salvador es muy fácil,
no tiene ningún vínculo
emocional con la fábrica.
Por eso es imparcial.
Bueno, ¿pero qué proponen?
¿Qué dice Diana?
¿Y por qué no está aquí?
¿Qué decisión?
Bueno, yo me voy de gira
unos días
y no quiero dejaros
con problemas.
Así que si la solución
es vender...
Yo no sé cuál va a ser
mi futuro de ahora en adelante.
Rodolfo está en una situación
muy delicada.
Pero sí que es verdad
que me quedaría muchísimo
más tranquila si supiera
que contáis con recursos
para salir adelante.
No sé, la fábrica era
tan importante para padre
y hemos vivido tantos a&#x#xF1;os
de ella.
No, ya, ya lo sé.
No, y por eso no me voy
a oponer a la venta.
Siendo prácticas,
nos viene bien el dinero.
Por lo tanto...
Tejidos Silva se vende.
Si tú y tu madre
queréis marcharos, perfecto.
Yo no tengo ningún problema
en quedarme aquí.
Hay demasiadas cosas
que me unen a esta ciudad,
empezando por mis hermanas.
de obligarme es acudir
a las autoridades.
¿Y qué vas a hacer,
decirles que piensas huir
del país?
Mira, sé que estás desquiciada.
Estoy perfectamente.
¡Bueno, ya está, se acabó!
¡No pienso escuchar
ni una sola palabra más!
Márchate.
¿Qué estás diciendo?
No, deja de fingir.
Yo me quedo por mi mujer.
Mis hermanas opinan lo mismo.
Pero yo no sé si debería
hacerles caso.
Exacto.
Yo creo que Germán
va a aparecer
en cualquier momento.
En cuanto se tranquilice
y analice la situación.
¿Qué posibilidades?
Yo no estoy haciendo nada.
¿Se lo ha contado Gabriel?
No ha hecho falta.
No hacía falta
que viniese aquí.
Yo sólo quiero que sea feliz.
Ha sufrido mucho últimamente.
Ya me parecía a mí...
¿Cómo pude ser tan ingenua?
De verdad te creí,
creí tus palabras,
que me querías.
Y te quiero.
Pues eso no es
lo que me has demostrado.
Blanca, hay algo que no sabes.
A toda la compañía no,
pero a nosotros sí.
No estamos atravesando
un buen momento, pero aún así.
-Si era difícil conseguir
nuevos clientes,
la detención de Salvador
nos ha dado la puntilla.
-¿Se ha corrido la voz?
-El teléfono no ha parado
de sonar en toda la mañana.
Algunos proveedores
ya no quieren servirnos
y otros nos han retirado
el crédito.
-¿Qué vamos a hacer ahora
sin dinero ni materias primas?
-Esperaba que a usted
se le ocurriera algo.
-Solo pienso en cómo sacar
a Salvador de la cárcel.
-Igual puedo ayudarles.
Luis, por favor.
Tengo motivos para eso.
Desconfías porque quieres
Motivos no le faltan
con lo que le hiciste esperar,
pero la gira americana
sigue en pie.
-¿Mi tío asesinó a Basilio?
-Así me lo confesó Miguel.
Él presenció, de hecho,
fue el encargado
de deshacerse del cuerpo
por orden de don Ricardo.
-Es increíble.
-Miguel está desesperado,
haría lo que fuera
para que le rebajaran la condena.
No tiene nada que perder.
-¿Hablaría con el juez?
-Si se le da un empujoncito.
-Eso no prueba su implicación
en el tráfico de opio.
¿Le comentó si llevaba
una libreta cuando le enterró?
-No me dio más detalles.
-¿Qué importancia tiene
esa libreta?
-Basilio apuntaba en ella
los movimiento.
-Sería la prueba
para inculpar a mi tío.
-Quería un vestido
con una tela espectacular.
-Ajá, ¿alguna fiesta a la vista?
-Una boda.
-¿No será para la de Elisa?
-La misma.
-Soy la dueña de la tienda
y no aceptaré encargos
que tengan que ver con eso.
-Quería saber si me contrató
por iniciativa propia
o porque se lo pidió Adela.
-Verá, tarde o temprano
necesitábamos a alguien
en ese puesto
y Diana me sugirió su nombre.
-¿Adela habló con Diana?
-Creo que sí.
Pero, francamente,
no veo nada de malo
en recomendar a alguien,
y más con su perfil.
Conoce bien el sector,
es de confianza.
-Visto el resultado,
cualquier lo diría.
Ah...
Solo puedo confiar en ti.
Pues, no sé...
¡Raimundo, por favor!
Es que, si las autoridades
descubren que sé dónde está,
yo sería su cómplice.
No te quiero causar problemas,
Yo le ayudaría, pero...
Por favor, te lo suplico.
Sé que es poco tiempo
para preparar un viaje tan largo,
pero corremos el riesgo
de que detengan a tu hermano.
¿Qué? Eso no es posible, hijo.
-No estoy aquí para
perder el tiempo.
¿Acepta el trato o no?
-Está bien.
Le contaré todo.
-Basilio anotaba todos
los movimientos del tráfico de opio
en una libreta, todo:
Nombres, cantidades...
-¿Y la llevaba?
-Yo me limité a enterrarlo,
no le registré.
-Esa libreta es la prueba
que necesitamos para demostrar
que don Ricardo era el cabecilla.
Miguel y Salvador eran peones
que debían obedecer.
-Eso ya lo veremos.
-Es la dirección de Guiñones,
el empresario que la contratará
para su gira por América.
Ya le ha hablado de mí.
-¿Y eso por qué?
¿Qué tiene que ver contigo?
-Ese empresario va a contratarme
para formar parte de la compañía.
Así es como voy a viajar a América.
-¿Así que es doña Francisca
la que te ayuda a huir del país?
-No debe enterarse nadie,
sobre todo mis padres.
¿A qué viene eso?
No me digas que tienes dudas.
Entiende que para mí
no es fácil, Rodolfo.
Blanca, en eso te equivocas,
yo también dejo a gente aquí.
No van a venir con nosotros,
han decidido quedarse.
Mira, sé que estás preocupada,
pero todo va a salir bien.
Confía en mí.
-Ricardo Silva,
queda detenido
por el asesinato de Basilio.
-¡No pueden hacer eso!
-Yo no he matado a nadie.
-Explique al juez por qué mintió.
Encontramos el cuerpo de Basilio
y no murió ayer.
-Eso no significa nada.
Alguien se pudo hacer pasar por él
cuando me llamaron.
-Fue usted, tenemos un testigo
dispuesto a declarar.
-Quieren perjudicarle.
¡Suéltenle, es inocente!
-No se meta, señorita.
El asesinato no es el único
crimen del que se le acusa.
Basilio llevaba consigo
un cuaderno donde apuntaba
todas las operaciones
de tráfico de opio.
-Llama a mi abogado,
explícale lo que ha pasado.
Que vaya a la jefatura.
-Lléveselo.
-¡Por fin!
-Se acabó, soy libre.
-Gracias a Miguel,
la Policía ha encontrado
el cadáver de Basilio.
-¿Encontraron la libreta?
-Eso parece.
-Y con esto queda demostrado
que, tanto Miguel como Salvador,
no eran más que simples peones
en manos de don Ricardo.
Salvador está en libertad sin
cargos a cambio de su testimonio
y solo tendrá que pagar una multa
por su participación en los hechos.
Pero lo más importante de esto
es que no irás a la cárcel.
-Ha venido un mozo y ha traído
una carta para usted, doña Adela.
Una declaración de amor.
¡Qué bonito!
a mi familia y no te mereces
un hombre así a tu lado".
¡Ay, Dios santo!
¿Pero qué ha hecho don Germán?
-Ah...
-No has dormido en toda la noche,
¿verdad?
-Pues no, la verdad es que no.
¿Y tú?
-Bueno, tampoco.
Me despierto cada dos por tres.
-Ay...
Es que tenemos demasiadas
cosas en la cabeza
como para pegar ojo.
Ayer se nos olvidó
llamar a Pepita Herminia,
pero no tiene teléfono, ¿verdad?
-No que yo sepa.
-Luego me acerco a su casa.
-¿Crees que tu hermano ha ido
a casa de Pepita Herminia?
-Pues a esconderse o a pedir...
-¿El qué?
-Pues no sé, a pedir ayuda.
Ay, no sé, Enrique.
Cuando era pequeño tenía
buena relación con esa mujer.
-Su marido recogía regaliz
en el campo y lo regalaba.
Tu hermano lo ha explicado
un millón de veces.
Ah, Antonia, necesitas descansar.
-No puedo, no puedo descansar,
descansaré cuando vea
aparecer a mi hermano
sano y salvo.
No me queda otra
que salir a por él.
-Pero si ayer nos pateamos
medio Madrid.
-Bueno, pues hoy el otro medio.
-Pero, vamos a ver...
-Es mi hermano, Enrique,
hazte cargo.
Haré lo que haga falta,
lo que haga falta hasta
que lo encuentre.
-Y yo contigo, Antonia,
y yo contigo.
Lo dices como si yo
no quisiera buscarlo.
-Hombre, no es eso.
-¡Contra, es mi cuñado también!
Parece que no te des cuenta.
-Perdóname.
-Anda, no hace falta
que me pidas perdón.
Lo que quiero es que sepas
que mi única intención es ayudarte.
-Ya lo sé, Enrique, ya lo sé.
-Si te pido que descanses
no te lo pido porque sí,
sé que te hará bien.
Solo hay que verte para saber
que lo necesitas.
-¿Me estás llamando ojerosa?
-Ay, ¡dale perico al torno!
-Que ya lo sé, Enrique.
Tú te preocupas mucho por mí
y yo te lo agradezco.
Yo estoy bien.
Gracias.
-No vas a hacerme ni caso,
¿verdad?
-¿Qué más quisiera yo?
Pero necesito salir a buscarle.
-No tienes remedio.
-Mira, otra en mi lugar
se pasaría el día rezando
y yendo a misa para pedir
por su hermano, pero no puedo.
-Yo estaría más tranquilo,
pero sería un infeliz.
-Mira que eres zalamero, ¿eh?
¿Crees que no me doy cuenta
de lo que estás haciendo?
-¿Yo?
-Sí.
Estás enredándome
y haciéndome perder tiempo
a ver si se acerca la hora
de abrir el Ambigú
y desisto de salir
a buscar a Germán.
-¿Piensas eso?
-A ver, ¿me equivoco?
Escúchame, porque no
lo volveré a repetir:
Lo único que quiero
es que tu hermano entre
por esa puerta
y tú dejes ya de preocuparte.
Soy tu marido,
¿qué mal te iba a desear yo?
-Claro.
-¿Has oído algo de lo que dije?
-¿Sabes dónde no estuvimos
preguntando ayer?
-No, pero seguro que me lo dices.
-Donde Carolina, es probable
que ella sepa algo de dónde está.
¿No te parece?
Voy a verla.
-Ah, ¡padre!
-Hola, Carolina.
-Qué ganas tenía de verle.
-Debes tranquilizarte,
yo estoy bien.
-Me tranquilizaré cuando
usted salga de aquí.
Guardia, ábreme la puerta
para poder abrazarlo.
-Serénate, por favor.
Me soltarán en cuanto comprendan
el terrible error que cometieron.
-Eso me ha dicho so abogado,
pero no me fío.
-Debes confiar en él.
Tengo el mejor abogado de Madrid.
Por cierto, gracias
por avisarle enseguida.
-No me lo agradezca,
es lo que tenía que hacer.
Padre, le van a soltar muy pronto,
¿verdad?
-Por supuesto que sí.
-¿Y cuándo?
-Pues dentro de unas horas,
incluso puede que esta noche
cenemos juntos.
-¿De verdad?
-Me han encerrado basándose
en la declaración de un obrero
que solo quiere salvar
el pescuezo.
-¿Entonces por qué sigue encerrado?
Su palabra vale más
que la de un obrero resentido.
Su abogado no estará haciendo
muy bien su trabajo.
-No es eso, es posible
que la Policía tenga algún indicio.
-¿Qué indicio?
-El inspector Tobías
ha encontrado un cuaderno
cerca del cadáver de Basilio.
-¿Y qué?
-Que Basilio fue mi mano derecha
durante mucho tiempo.
-¿Entonces...?
¿Las anotaciones de ese cuaderno
pueden involucrarle en el negocio?
-¿Qué demuestran unas anotaciones?
¿Quién dice que sean ciertas?
Basilio es un mal bicho,
habría hecho cualquier cosa
por hundirme hasta muerto.
-Pero ya no puede hacer nada.
Padre, en mí sí
que puede confiar completamente.
-Tú no puedes hacer nada
estando yo aquí encerrado.
Y a saber por cuánto tiempo.
-¿No decía que eran unas horas
para que le soltasen?
-Sí, sí, sí, claro, Carolina.
-Prométame que saldrá de aquí
pronto.
-He vivido lo suficiente
como para tener clara una cosa:
La justicia es para aquellos
que pueden pagarla.
(SUSPIRA)
-¡Adela! Es muy temprano,
¿ocurre algo?
Anoche hicimos una ronda
por las casas de familiares
y conocidos que no tienen teléfono.
Esta mañana Antonia volvió
a echarse a la calle.
No cesará en su empeño
hasta que lo encuentre.
Aparecerá, no sufra.
Sí.
¿Le preparo un té?
Nosotros tampoco.
Conozco bien a mi cuñado
y sería incapaz de cometer
una barbaridad semejante.
Voy a traerle ahora mismo ese té,
no tiene muy buena cara.
Pues no gran cosa, la verdad.
Se dolía de haber perdido
el negocio que heredó
de sus padres
y también se lamentaba
de su matrimonio con Carolina,
cosa en la que estamos
de acuerdo.
Despedida en el sentido
que usted se imagina, no.
La pérdida de un hijo es algo
que pesa mucho
y luego está lo de
la Villa de París.
Germán se ha quedado sin fuerzas
para luchar.
Bueno, a veces a Germán
le cuesta un poco ver
todo lo bueno que tiene en su vida.
Es orgulloso, usted bien lo sabe.
Germán volverá, se lo aseguro.
Lo hará por usted,
la ama más que a su propia vida.
Adiós, Adela.
Si sabemos algo lo pondré
en su conocimiento.
Gracias.
(SUSPIRA)
¿Miguel?
Pero, bueno, ¿qué haces tú aquí?
-He venido a trabajar.
-Pues, mira, no contaba contigo.
Ya tenía todos
los turnos repartidos.
-Ya lo sabía, al final esto
haría que me quedara sin trabajo.
-No es que tú te quedes
sin trabajo, es que hay poco.
-Ya.
-Hay que recuperar a los clientes,
el escándalo del opio
nos ha perjudicado mucho.
-Así que no hago falta.
-Pues, chico, no...
Hoy no, la verdad.
-Es una excusa para
darme la patada,
ya he visto cómo me miran todos.
-No digas tonterías.
Si alguien merece trabajar aquí,
ese eres tú.
-¿Seguro?
-Así será mientras sea encargado.
-¿Y por qué se extraña de verme?
-No sé, porque...
Pensé que, después
de tantos días en la cárcel,
querrías descansar un poco,
disfrutar de tu libertad.
-Libre, pero con una deuda
que no la quito en años.
La libertad no me salió barata,
al contrario.
-Hiciste lo adecuado,
confesaste la verdad.
-Sí, pero me consideran cómplice
por encubrir el asesinato.
Y lleva razón.
-Ya, no podías hacer otra cosa,
¿qué ibas a hacer?
-Dígaselo a la Policía,
más me valdría
haberme quedado callado.
-No, gracias a ti
se hará justicia con don Ricardo.
Y el Sr. Montaner y tú
estáis en la calle.
-Sí, no me quedaba otra
que largarlo todo.
-No lo digas así, hombre,
yo estoy orgulloso de ti.
-¿Orgulloso? ¿Orgulloso de qué?
Yo no estoy orgulloso de mí.
-Petra estaría orgullosa de ti
porque eres un hombre valiente,
confesar lo que has confesado,
así, con lo que te jugabas.
Eso no lo hace cualquiera.
-¿Usted cree que Petra
habría estado orgullosa?
-No es que lo crea,
es que lo sé.
-Eso no va a pagar la multa.
A partir de mañana,
me pone usted el primero
en la lista para trabajar,
hago los turnos que sean.
-Alguien me ha dicho
que el Sr. Montaner
parece ser que
se va a hacer cargo de tu multa
en agradecimiento
por lo que has hecho.
-¿No estará hablando en serio?
-Si no, no lo diría.
Eso sí, eso no quita
para que mañana estés aquí
a primera hora, me debes
el alquiler de la habitación.
-Nunca tuve tantas ganas
de venir a trabajar.
(RÍEN)
Se ha visto superado, señor Angulo.
Todo lo que le ha pasado
últimamente a mi cuñado,
se ha convertido en una carga
demasiado pesada
y ha decidido irse.
-¿A dónde?
-No lo sabemos.
Ni su mujer ni su hermana
ni yo.
-¿Y no ha dejado ninguna pista?
-Solo un par de cartas.
Una para Adela y otra para Antonia.
-En la fábrica tuvo algún problema,
pero le aseguro que nada grave.
-Él estaba muy angustiado.
-¿Y se lo contó?
-Claro. Somos amigos,
además de familia.
-Es posible que no estuviera
pasando una buena racha.
La muerte de su hijo,
la pérdida de la tienda.
Quizás no debimos presionarle.
-Usted no se culpe.
Le dieron un trabajo. Y ya le digo
yo que no se fue por eso.
Al menos, no solo por eso.
-Buenos días.
-Buenos días.
-Buenos días.
-¿No hace un día maravilloso?
-Hace bastante frío.
-Pues bendito frío
y bendita libertad.
Esta mañana,
cuando me he despertado,
pensaba que seguía en el calabozo.
Pero cuando he abierto los ojos,
me he dado cuenta de que estaba
en mi habitación.
Ese instante, ese momento ha sido
el más feliz de toda mi vida.
-Miguel hizo lo que debía.
-Y tú también.
Pero cuando el inspector
me encerré,
no sabíamos cuánto tiempo
iba a pasar ahí dentro.
No te imaginas lo que es pensar
que pasarás
parte de tu vida encerrado.
-Creo que puedo imaginármelo.
-No solo soy libre.
Soy rico.
Inmensamente rico.
Enrique, sirva un coñac
a todos los aquí presentes.
El más caro de todos.
-Salvador, para el carro.
-¿No te aburre ser
siempre tan correcto?
-Pues no.
-No seas aguafiestas.
-No aprendes la lección.
Sigues dilapidando el dinero.
-¿Qué quieres que haga?
¿Meterlo debajo de un sofá?
¿En el banco?
-Guardar una parte en el banco,
me parece una idea sensata.
-Sensata y aburrida.
-Ser sensato te parece aburrido.
-Mucho.
Acabo de recuperar mi libertad
y lo que quiero hacer,
es celebrarlo. No voy a arruinarme
por invitar.
¿Verdad, Enrique?
-Ser generoso es una virtud.
-¿Lo ves?
Además, podría invitar todos
los días
y seguiría siendo rico.
¿No te parece eso maravilloso?
-Si quiere, le tomo la palabra
y, de ahora en adelante,
invito a mis clientes
cargándolo a su cuenta.
-No, Enrique. Que pueda hacerlo,
no significa que vaya a hacerlo.
Pero sirva. Sirva, que quiero
brindar.
Brindo...
Por la libertad.
Bien. Ha sido correcto.
Buenas. ¿Han terminado
con el ensayo ya?
y me ha dado las cartas
de la casa.
Casi todas son para la señorita
Elisa.
Menos una, que es para
doña Rosalía y otra para usted.
Es de un admirador.
Dice que te seguía
desde que cantabas en el Ambigú
y vio tu recital de Navidad. Toma.
a tu casa, no aquí.
Para leerla tú.
Pienso hablar con el cartero
para decirle
que no vives en esta casa.
Las cartas que lleguen para ti,
quiero que las mande
a nuestra casa.
-Señora, tengo que decirle algo.
Sí.
Ayer hablé con Gabriel.
¿Y qué te dijo?
Insiste en verla. Dice que tiene
que verla.
Le dije que es difícil.
Es imposible.
Si ya lo sé.
Hazle ver que la situación
-Esas cartas son
para la señorita Elisa.
-A lo mejor, hay una para
Francisca. Lo voy a comprobar.
-Le aseguro que no.
Son cartas de agradecimiento
¿Y esta?
-Esa es para doña Rosalía.
Así estamos, señorita.
-Muy mal.
Qué pocos encargos.
-Hemos bajado a la mitad.
-Por mucho que nos esforcemos,
no sacaremos
esta fábrica a flote.
-Pero hemos pasado otras
situaciones similares y remontamos.
Ya encontrará manera de capear
el temporal.
-Si esto se alarga,
no me quedará más remedio
que despedir a trabajadores.
-No. Reorganizaré turnos.
Trabajarán menos,
cobrarán menos, pero
cobrarán algo.
-Haremos eso, de momento.
-Si me disculpa,
voy a ver cómo sale la seda.
-Bien.
-Benjamín.
Con lo sonriente que estabas
esta mañana
y ahora parece
que te dispongas a ir
a un funeral.
-Tal vez, sea así.
Cada vez tenemos menos clientes.
Si sigue así, voy a tener
que despedir a trabajadores.
-¿Conoces Florencia?
-¿Qué?
-Que si conoces Florencia.
Es una de las ciudades
más hermosas.
Más que Roma y que París.
-Estoy hablando de problemas
serios.
-Y yo te estoy hablando
de invitarte
a un fin de semana de ensueño
con los gastos pagados.
Creo que nos lo merecemos.
-Esto es para preocuparse.
-¿Por qué os empeñáis en arruinarme
el día? Estoy feliz. Soy libre.
Disfrutemos un poco.
-Estoy pensando...
Tal vez, tengamos una forma
de salir de nuestros problemas.
¿Por qué no inviertes parte
de lo que has ganado
en la lotería en esta fábrica?
-¿Cómo?
-Sí. Es una buena manera
de rentabilizar el dinero,
en lugar de gastarlo alegremente.
-Nos ayudaría a salir del bache.
-Invertir en esta fábrica.
Antes, quemo el dinero.
La que faltaba, con el día
que llevo.
-Buenos días a ti también,
Carolina.
-Te agradecería que te marcharas,
Antonia.
Aquí no eres bien recibida.
-No.
No me echas de la tienda
que fue de mi familia,
de mis padres y de mi hermano.
-¿No he hablado claro? Vete.
-No me marcharé
hasta que no me escuches.
Si has tenido un mal día,
yo lo tuve peor.
-No es asunto mío.
Ya no somos familia.
-¿Te da igual que Germán lleve
desaparecido desde ayer?
-¿Qué?
-Que no sabemos nada de mi hermano
desde ayer. Y tememos que haya
cometido una tontería.
-No tengo nada que ver con eso.
-Huy que no.
Mira. Todo lo que le pasa
a mi hermano, es por tu culpa.
-Vaya.
-Sí. Fuiste una maldición para él.
Desde que entraste en su vida,
no has parado de atormentarlo
hasta convertirlo
en un pobre hombre.
-¿Qué sabrás tú lo que es
vivir atormentado?
-Lo vi en sus ojos
durante años.
-Seguro que sentías lástima,
porque no era feliz
en su matrimonio.
Qué pena. Pobre Germán,
lo que ha tenido que aguantar.
-Sí.
-¿Y yo? ¿Lo que he tenido
que aguantar yo?
Que me engañara con otra,
que me repudiaran.
Que me encerraran
en un sanatorio.
Y que me quitaran a mi hijo.
¿Y tengo que sentir lástima
por Germán? ¡Ja!
-Podía haberle dejado en paz.
Había rehecho su vida.
Pero, claro, has tenido
que volverte a meter
hasta hundirlo en la miseria.
-No protejas a tu hermano.
Perdió la tienda por su ineptitud.
-Claro, claro.
Ahí estabas tú, esperando
el momento de debilidad
para aprovecharlo, ¿no?
-Tu opinión no me importa.
Si no te importa, vete.
-Te conozco muy bien, Carolina.
Te calé desde el primer momento.
Tú has querido a mi hermano
solo para ti,
de una forma que no es querer.
Y ahora que se giró en contra,
vas tú y le dejas sin nada.
Sin ganas de vivir.
-Claro. Carolina siempre tiene
la culpa de todo.
-Pues sí. Y te voy a advertir
de una cosa.
Te juro por la memoria
de mi madre,
que como le pase algo malo
a mi hermano,
vuelvo y te doy tu merecido.
-¿Que me vas a dar mi merecido?
¿Pero tú quién eres?
Si tú no eres nadie.
La dueña de un antro.
Y yo soy la hija
de don Ricardo Silva.
Que no se te olvide.
-No te tengo miedo, Carolina.
Que lo sepas.
Tus problemas siempre serán
los míos.
-Ya lo veo.
-Siento si fui directo.
Es lo que pienso.
-Tú crees que invertir
en esta fábrica
por la que tanto hemos luchado,
es como perder el dinero.
¿De verdad lo crees?
-Lo creo. Y seguro
que Bernardo me respalda.
-No, no. A mí no me metas.
-Antes me aconsejaste
que no dilapidara mi fortuna.
-Me refería a que no despilfarres.
Ahorrar o invertir
puede ser una buena manera
de rentabilizar.
-Esta fábrica es un poco sin fondo
y a los hechos me remito.
¿Cuándo ha ido bien este negocio?
-Algún momento ha habido bueno.
-Los tres nos hemos dejado la piel,
nos hemos jugado la salud.
Incluso la vida.
-¿Cuál es el problema
de la fábrica, según tú?
-Hablemos claro.
-Creo que lo que vas a decir,
no me va a gustar.
-Quizás.
No funciona porque no tiene futuro.
¿Qué beneficios conseguimos
desde que murió tu padre?
-La fábrica arrastraba deudas.
-Y tampoco en la época
de don Fernando
la fábrica funcionaba bien.
Se las ingenió para
que no lo supierais.
Pienso que el momento
de Tejidos Silva ha pasado.
No es momento
para análisis sentimental.
-¿Cómo no hacerlo?
Es la fábrica familiar.
¿Sabes lo orgulloso que mi padre
estaba de ella?
-Una retirada a tiempo
es una victoria.
-Lo más fácil es renunciar.
-Lo más difícil es renunciar.
Hay que pensar
con la cabeza y no con el corazón.
Te pido que seamos cerebrales.
Y siento parecer cruel.
-Bernardo, ¿tú estás de acuerdo
con Salvador?
-En parte, sí.
Y pensándolo fríamente,
creo que antes de acarrear
más deudas,
habría que pensar seriamente
en la posibilidad
de vender Tejidos Silva.
-Está bien.
Hablaré con mis hermanas.
Todas mis cartas.
¿No le parece un escándalo?
-Me parece que no es
muy apropiado.
¿Por qué hizo eso su cuñado?
-Ni lo sé ni me importa.
Lo que sí me importa es
que las mejores familias de Madrid
me han dado las gracias a mí
por haberles invitado a mi boda.
Bueno, con usted.
-Por cierto, hablando
de nuestra boda, hay un asunto
que me gustaría abordar
cuanto antes.
-Las flores.
No sabe el quebradero de cabeza
que está siendo elegir
las que quiero.
Pero no se preocupe,
que lo conseguiré.
-No es eso. Hablo de su padre.
-¿Qué le pasa?
-Sabe que lo han detenido.
-Claro que lo sé.
Pero no me importa lo que le pase.
Además, se lo tiene bien merecido.
-Elisa, que esto es serio.
Está acusado por contrabando
de opio y por asesinato.
-Pero yo no tengo relación
con mi padre.
Él no me quiso reconocer
como hija, así que...
-Aun así, Elisa, la detención
de su padre es un escándalo.
-¿Y qué? Eso no nos afecta
a nosotros.
-Tal vez podríamos posponer
el enlace.
No me gustaría que nuestra boda
se viera empañada
por los rumores y los comentarios
de los invitados.
-¡Oh! ¿Quiere cancelar la boda?
-Posponer. No cancelar.
-Ni hablar.
Si don Ricardo no me quiso
reconocer como hija,
yo no pienso reconocerle
como padre.
Sus problemas son suyos, no míos.
-Sería por la gente,
por el qué dirán,
por evitar situaciones
incómodas.
-Hable claro. ¿No quiere
casarse conmigo?
¿No quiere verse involucrado
en un escándalo?
¿Es eso? Si es eso, por favor,
dígalo.
-Tranquila, pequeña.
Si yo le digo esto por su bien.
Pensé que a lo mejor
no se atrevía a plantearlo.
(SUSPIRA)
Menos mal.
Por un momento, pensé
que lo que pudiera decir la gente,
tenía más peso que su amor
por mí.
-Si fuera por mí, me casaba
con usted ahora mismo.
-Le aseguro que nada impedirá
mi boda.
Por hoy, debes quedarte aquí
y descansar.
No tienes buen aspecto.
Lo he buscado en todos
quien debe andar callejeando
tras él.
La policía.
No. La policía no.
Adela, debes denunciar
su desaparición.
Adela, ha dejado unas cartas
de lo más inquietantes.
Perdona. En eso no había pensado.
Pues yo sí, Celia.
Adela, por favor.
No me gusta verte así.
-La señorita Diana al teléfono.
Quiere hablar con alguna
de ustedes.
-Dile que enseguida voy.
Lo cogeré aquí.
Gracias, Merceditas.
Ahora vuelvo, ¿sí?
No tardaré. Tú descansa.
Diana.
No. No hay ninguna novedad
sobre el paradero de Germán.
¿Por eso llamas?
¿Cómo?
¿Y no hay ninguna otra opción?
No. Claro, no.
Sí.
Sí. Yo me ocuparé.
¿Pero estás segura de que no hay
ninguna otra opción?
No, Diana.
Todo va a estar bien.
Sí. Yo me ocuparé de hablar
con Blanca y con Francisca.
Estaremos todas. Te lo prometo.
Hasta luego.
Adela, por favor.
No te pongas en lo peor.
Germán aparecerá.
Adela.
Escúchame. Todo va a estar bien.
¿Me oyes?
Tú debes tranquilizarte.
Sí.
Te vas a sentar,
te vas a tranquilizar
y todo va a estar bien.
Yo te lo prometo.
Te lo prometo.
Siéntese aquí, madre.
Descanse un poco.
-Tengo los pies destrozados.
Me he recorrido Madrid
de punta a punta.
-¿Y nada?
-Como si se lo tragara la tierra.
Una tila te hará sentir mejor.
-Lo único que puede hacerme
sentir mejor,
es ver entrar a Germán.
-Lo hará en cualquier momento.
-Claro. Mañana o pasado aparecerá
pidiendo perdón.
-Es que no entiendo nada.
Marcharse así.
Y encima, ahora, con toda
la que tenemos.
-Bueno, por mí, no se preocupe.
Yo lo tengo todo preparado.
No me mire así.
Ya sé que no le gusta
que hable de este tema
y menos ahora.
Pero quiero que sepan que ya tengo
el pasaporte.
-¿Y cómo lo has hecho?
Conseguir un pasaporte falso
no es nada fácil.
-Cuanto menos sepan, mejor.
-Hijo, a mí me escama mucho
todo esto.
-Si no quiero que sepan nada,
es por su bien.
Por si me detienen
o les preguntan.
De esta forma, no les va
a salpicar.
Tienen que confiar.
-¿En qué barco te vas? ¿Cuándo?
-El barco zarpa en un par de días.
Un empresario teatral lleva
una gira a América
y yo voy a ser el tramoyista.
Así pasaré desapercibido
en el pasaje.
-¿Tú le estás oyendo? ¿Cómo quieres
que no nos preocupemos?
¿Qué empresario? ¿Quién es?
-Nos dijiste que ibas
en un barco de mercancías.
-Voy donde puedo.
No tengo opción.
-A mí me parece mucha casualidad
que te vayas en las mismas fechas
en que Francisca se va a América.
-Ve fantasmas donde no los hay.
Tu madre tiene razón,
estás jugando con fuego.
Les he dicho que no
se preocupen por mí.
Te vas en el mismo
barco que Francisca y Luis,
el hombre que te ha amenazado
de muerte.
Deja ya de mentirnos, hijo.
¿Y pretendes que no
nos preocupemos?
Luis va en primera, yo no.
De verdad, no se preocupen.
Voy a ir con cuidado,
ni nos vamos a cruzar
ni le voy a ver en todo
el viaje.
Mira, basta que sospeche
por lo que sea,
por el comportamiento
de Francisca,
en algo que ella diga,
atará cabos y no parará
hasta que te encuentre.
Voy a ir con cuidado
durante todo el viaje.
Y en América voy a poner
tierra de por medio.
No le voy a volver a ver
en toda mi vida.
¿Y a Francisca tampoco?
Tampoco.
¿Y si buscas otra alternativa?
-No tengo alternativa, padre.
Tengo que irme de aquí
cuanto antes.
No les puedo poner más tiempo
en peligro.
Ay, hijo mío, ¿qué voy a hacer
yo sin ti?
(SUSPIRA)
Ay, doña Adela se ha tomado
la sopa
y ya se siente mucho mejor.
O eso me ha dicho.
A lo mejor me lo ha dicho
para que no me preocupe,
no sé...
Yo creo que la única cura
a su malestar
es que vuelva don Germán,
pero...
Menos mal que doña Blanca
ha venido a hacerle una visita.
Traía sus guantes que me gustan
a mí tanto.
¿Sabe a cuáles me refiero?
¿Está usted bien, doña Rosalía?
-¿Qué? ¿Cómo dices?
No, no está bien.
En otras circunstancias
ya me habría dicho:
"Merceditas, calladita".
Y no lo ha hecho.
-Pues si quieres te lo digo.
A usted le pasa algo.
-No, no.
Desde esta mañana que Raimundo
le ha dado esa carta
está usted como alma en pena.
-Ay, Merceditas, estoy bien.
Y aunque estuviera mal,
que ya te digo que no lo estoy,
a lo mejor
no quiero contártelo.
Ah, pues no lo haga.
Si después de la de años
que llevamos trabajando juntas
usted y yo aquí, mano a mano,
no tiene la suficiente
confianza como para contarme
sus penas, no lo haga,
yo no voy a obligarla.
Pero me sentiría
un poco despreciada.
Pero tranquila,
yo no voy a obligarla.
Bueno, está bien, por Dios.
Si vas a ponerte así
te lo cuento.
Aunque sólo sea para dejar
de oírte
hablar como un papagayo.
¿Los papagayos hablan?
Uf, pero ni la mitad que tú.
Esta carta que he recibido
es del marido de mi hermana.
Parece ser que Virtudes
ha caído enferma.
Oh, ¿y qué le pasa exactamente?
No lo saben, pero está
gravemente enferma.
Tal vez le quede poco tiempo
de vida.
Bueno, ¿y qué hace usted
ahí sentada tan tranquila?
Vaya a su cuarto,
prepare su equipaje
y coja el primer coche de línea
que salga.
No, no, yo no voy
a ninguna parte.
¿Me está diciendo
que no va a ver a su hermana?
Hago falta aquí,
las señoritas me necesitan.
Las señoritas lo entenderán.
No, no, no puedo irme.
No, no me atrevo.
¿Pero si su hermana
se está muriendo
cómo no van a entenderlo?
Bastante tienen ellas ya
con lo que tienen.
Dejémoslo así.
¿Y usted no cuenta?
Por favor, Merceditas.
Basta ya, no insistas.
Está bien, lo que voy a hacer
es contárselo a doña Blanca
y a doña Adela.
Ni se te ocurra, te lo prohíbo.
Doña Rosalía,
se va a arrepentir.
Bueno, eso es asunto mío.
Prefiero que tú no te metas.
Está bien, sólo le voy a decir
una cosa.
Yo a usted no la entiendo.
Pues yo te voy a decir
a ti otra.
Merceditas, calladita.
¿Sólo se van a llevar
ese equipaje?
Te agradezco mucho que te hayas
enfrentado a tu madre
y le hayas impuesto nuestra
decisión de no acompañarles.
Sé que no ha sido fácil.
No era justo para nosotros.
Ya...
¿Por qué pienso
que no me va a gustar
lo que tienes que decirme?
¿Por Blanca?
Lo siento,
Por favor, no sigas.
Durante tu enfermedad
Es que no quiero oírlo,
Cristóbal.
En el fondo querías estar
con ella y no conmigo.
¿Así que ya lo tenéis decidido
Blanca y tú?
¿Honesto?
Tú nunca has sido honesto
conmigo.
Te casaste conmigo sabiendo
que amabas a otra.
¿Qué hay de honesto en eso?
Ya, claro, eso soy yo, ¿verdad?
En error, un obstáculo incómodo
del que hay que deshacerte
cuanto antes, ¿no?
Pues no voy a permitir
que se salgas con la tuya.
No vas a engatusarme.
¿No te das cuenta
de que una sola palabra mía
podría destruir a tu familia?
Podría destruiros
a ti y a Blanca.
Si no abandonas a Blanca
iré a la policía y le contaré
el plan de fuga
de los Loygorri.
Ponme a prueba, Cristóbal.
Tú ponme a prueba.
Adela, ¿cómo estás?
Bien, mucho mejor.
Sí, a mí tampoco me viene
nada bien,
porque estoy con
los preparativos de la boda.
Diana ha llamado
desde la fábrica.
Todas sabemos que Tejidos Silva
se vio perjudicada
por el escándalo del opio
y muchos clientes
han dejado de confiar
en nosotros.
Con lo que se encontró
Germán no podía hacer milagros.
Según diana, pésima.
Hemos perdido muchos clientes
y habría que despedir
a la mitad de la plantilla.
Si esa es la solución
para reflotar la fábrica
pues se despide a la mitad
de los obreros
y luego se les vuelve
a contratar
cuando los volvamos
a necesitar.
¿No sería una solución eso?
¿Entonces cuál es el problema?
Según Diana,
Bernardo y Salvador
la fábrica es el propio
problema.
¿Eso dice Salvador?
Nosotras vemos la fábrica
como el legado
de nuestro padre.
Y eso no es objetivo.
Porque no ha podido venir.
Pero ella cree que como todas
somos accionistas
tendríamos que tomar
una decisión en común.
Vender la fábrica.
No es que no quiera,
no puede volver a verte.
Ella siempre encuentra
el modo de verme.
Sí, pero es que don Luis
no le quita el ojo de encima.
¿Pero qué ha pasado?
Pues...
-Raimundo.
Yo entré con las cartas
que me había dado el cartero
y él se echó sobre mí,
cogió las cartas...
Sobre todo una que venía
a nombre de doña Francisca.
¿Piensa que soy tan tonto
como para mandar
una carta a casa
de sus hermanas?
Por lo visto sí.
Sospecha hasta de las macetas.
Yo nunca lo había visto así.
-¿Qué hizo?
Abrió la carta y suerte que era
una carta de un admirador.
Pero después me cogió todas
y las fue abriendo una por una
para comprobar que ninguna
traía un mensaje
para doña Francisca.
Sólo se salvó una que iba
dirigida a doña Rosalía.
Ese hombre está loco.
Sí, los celos están haciendo
de él otra persona.
Y a mí no me gustaría estar
en la piel de doña Francisca.
Ni en la tuya tampoco.
Debo hacer algo
para protegerla.
Sí, ya te digo yo lo que,
poner pies en polvorosa.
No, Raimundo, no.
No me perdonaría
si le pasara algo.
Francisca no puede vivir
atemorizada al lado
de ese hombre.
Pero yo no creo que don Luis
llegue a tanto.
Mira, lo más inteligente
que puedes hacer es... nada.
Ni te acerques
a doña Francisca.
Raimundo, tengo que pedirte
un favor.
Si está en mi mano.
Tienes que protegerla.
Al menos cuando estés
en la casa.
Y debes avisarme de cualquier
cosa que suceda entre ellos.
Debo asegurarme
de que está bien,
al menos hasta
que consigamos huir.
Yo lo hago, de verdad, pero...
¿Qué?
Ese viaje a América en el mismo
barco que ellos...
¿Tú crees que eso es
buena idea?
Raimundo, eso ya está decidido.
En nada vamos a partir.
En cuanto crucemos el charco
Francisca y yo
por fin seremos libres.
Está bien, si tantos problemas
da la fábrica
yo voto por vender.
Yo me traslado pronto
a Arganzuela.
Y mi vida serán las clases,
aunque vendré a veros.
Pero la decisión de Diana
me parece la correcta.
Adela, piénsalo fríamente.
No podemos seguir viendo
la fábrica
como el recuerdo
de nuestro padre.
Llamaré a Diana.
¿Dónde se ha visto
que esposa y marido
vivan en países diferentes?
Es que es absurdo.
Sabes que puedo obligarte.
La única manera que tendrías
Tú tienes la culpa de lo que
le ha pasado a Germán.
Cuando estaba conmigo
lo tenía todo.
¿Y qué creías, que tú le harías
más feliz que yo?
Pero no soportas escucharme
porque lo que digo es cierto.
No tenemos clientes,
carecemos de materias primas.
El panorama no se presenta
halagüeño.
Por lo tanto...
-Nos cierran la fábrica.
Déjala hablar.
-Sí, perdón, perdón.
Por un momento he pensado
que a Blanca le costaba
separarse de sus hermanas.
Pero... pero no,
es de ti de quien le cuesta
separarse.
Venga, que sé perfectamente
lo que sientes por mi mujer.
Por eso tú también has decidido
quedarte, ¿verdad?
No pretenderás que me crea
semejante estupidez.
¡Admítelo, tú me
quieres muy lejos de aquí!
Bueno, basta ya.
¿Por qué tengo este nudo
en el estómago?
¿Cómo no te va a importar
dejar de lado
algo que llevas en la sangre?
¿Ha pensado en informar
a la policía?
Piensa que podría
perjudicarle.
Una denuncia por abandono
del hogar es algo muy grave.
Por eso habría que pensar
en otras posibilidades.
¿Necesita usted alguna tela,
botones o pasamanería?
Porque si no es así preferiría
que no me interrumpiese.
Mi hermana Virtudes,
tu madre adoptiva,
está gravemente enferma.
Pues no hacía falta que viniera
para decirme eso.
Ella te crió y te quiso
como a una hija.
Estás en deuda con ella.
Tenemos diferentes conceptos
de lo que es una deuda.
El señor Martorell
es un empresario
que tiene una fábrica textil
en Valencia.
Con muy buena reputación,
lo sé.
Tengo intención de comprar
Tejidos Silva
porque sólo me interesa
lo mejor.
Para mí es un honor
que me venda la fábrica.
Quería darle las gracias
por todo lo que está haciendo
por mi hijo.
Sé que le está ayudando
a huir del país.
Parte en un barco a América
en las mismas fechas
en las que usted se va de gira.
No venía sólo
a darle las gracias.
Me ha explicado que estaría
encantado de llevar
a toda la compañía en primera,
pero viajar a Sudamérica
supone un estipendio enorme.
¿Tú no estarás buscando
alguna excusa para quedarte?
Usted podría acompañarme
al altar.
Vaya, eso sí que no
me lo esperaba.
Salvador, no tengo a nadie.
Y usted es la persona perfecta.
¿Yo?
-Sí, he estado repasando
mi lista de invitados
y no hay nadie mejor.
Así que ha venido a mí
a la desesperada.
Claro que no, lo he pensado
mucho antes de venir.
¿Vamos a quedarnos mucho rato?
No demasiado.
-Te espero en la mesa.
Señorita Celia.
¡Señorita Celia!
¡Qué casualidad,
estoy aquí con mi hermana!
¿No tenía tantas ganas
de encontrarse con ella?
Pero ahora tengo mucha prisa.
Está ahí sentada.
Tarda un minuto en saludarla.
Carolina no sólo me guarda
rencor a mí,
también culpa a Virtudes
por haberla engañado
durante toda su vida.
Pero recapacitará, algún día.
Bueno, usted lo que tiene
que hacer es pedirle permiso
a las señoritas
e irse al pueblo.
Su hermana estará acompañada
y podrá despedirse de ella.
No, no, no, eso es imposible.
Estoy segura
de que las señoritas
no le pondrán ningún
inconveniente.
Pero es que no puedo
ausentarme ahora.
En estos casos cualquiera
entendería que usted
se marchara.
Es su única hermana.
Quiero hacerles
una oferta en firme.
¿Así que pronto podremos firmar
el contrato?
Seguro que sí.
No me gusta hablar de cifras,
pero para que compruebe
mi interés aquí le muestro
la cantidad
que estoy dispuesto a pagar
y los plazos que me resultarían
convenientes.